China estrangula a la prensa tras un sueño de libertad
Cuando el nuevo equipo dirigente chino, liderado por el actual presidente, Hu Jintao, y el primer ministro, Wen Jiabao, llegó a la cúpula del Partido Comunista Chino (PCCh) en noviembre de 2002, mucha gente pensó que podía suponer el inicio de una nueva etapa y la relajación de los severos controles que ejerce el Departamento de Propaganda sobre lo que los ciudadanos del país asiático pueden ver, leer, oír y escribir.
Así pareció ocurrir en un principio, sobre todo después del escándalo internacional que supuso el secretismo con el que el Gobierno trató la crisis del Sars (síndrome respiratorio agudo severo) en 2003 hasta que le estalló en las manos. Tres años después, con más de la mitad del mandato presidencial cubierta, las esperanzas de que Hu proyectara un poco de luz sobre los medios de comunicación y el mundo cultural se han esfumado completamente. No sólo la situación no ha mejorado, sino que, según coinciden organizaciones de derechos humanos, periodistas, disidentes y defensores de la libertad de información, la censura es ahora mayor.
Pekín teme las llamadas 'revoluciones de color', como las que derrocaron Gobiernos con resabios soviéticos en Georgia (2003) y Ucrania (2004)
La denuncia de los abusos de poder durante las dos décadas de progreso chino coloca al borde del abismo a los periodistas que se resisten a someterse
"En 2005 ha habido una intensificación de la represión. La creciente censura es una táctica de las autoridades para contener las protestas", afirma Sharon Hom, directora de la organización Human Rights in China, sita en Nueva York.
El Gobierno -especialmente en el último año- ha cerrado periódicos, ha purgado directores, ha encarcelado a periodistas, ha incrementado los controles en Internet, ha instalado filtros para espiar los mensajes de los teléfonos móviles y ha extremado la vigilancia sobre activistas, académicos y organizaciones no gubernamentales. Pekín teme las llamadas revoluciones de color, como las que derrocaron Gobiernos de la era pos-soviética en Georgia (2003) o Ucrania (2004), y el efecto que la circulación de información puede tener sobre las cada vez más frecuentes protestas, surgidas a causa de las grandes desigualdades sociales, la corrupción rampante y las expropiaciones de suelo.
Reformista frustrado
"Todo el mundo decía cuando Hu Jintao llegó al poder que podría haber un incremento de libertades, que era un reformista. No ha sido el caso en absoluto. La situación va a peor", afirma Julien Pain, responsable para Internet de Reporteros Sin Fronteras.
Desde el Gobierno disienten. "No es cierto; si se compara la situación ahora con la de hace 10 años, ha habido grandes avances", afirma una fuente oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores que pide el anonimato. Es necesario "tomar medidas duras contra las publicaciones ilegales y purificar el mercado cultural", justificó recientemente Liu Yunshan, máximo responsable de propaganda del PCCh. Según Pekín, su sistema de control sobre Internet es similar al que ejercen otros países como Estados Unidos.
El último aldabonazo de la censura ha sido el cierre de Bingdian, un semanario incluido como suplemento del influyente Diario de la Juventud, que trataba temas sensibles y recogía comentarios críticos con el pensamiento oficial. Bingdian, que significa punto de congelación, publicó a mediados de enero un artículo de un historiador chino que denunciaba lo que considera distorsiones históricas en algunos libros de texto sobre la opresión ejercida en el pasado por las potencias coloniales en China. Y a esto se atribuye el cerrojazo. En agosto de 2005, Li Datong, fundador y director del semanario, provocó una revuelta en el grupo después de que criticara el intento de implantar un nuevo sistema de retribución a los redactores ligado al grado de satisfacción que los artículos provocasen en los líderes del partido.
El cierre ha provocado numerosas quejas, incluidas las de un grupo de intelectuales y ex altos cargos del partido como Li Rui, antiguo secretario de Mao, que lo han calificado de anticonstitucional y han acusado a las autoridades de pervertir las labores de propaganda.
La denuncia de los múltiples escándalos y abusos de poder que han acompañado las dos décadas de progreso chino coloca al borde del abismo a aquellos periodistas que se resisten a someterse a la maquinaria oficial o a los dictados de los líderes locales. A algunos les cuesta el empleo; a otros, ser encarcelados durante años, y a otros como Wu Xianghu, de 41 años, subdirector del diario Taizhou Wanbao, en la provincia costera de Zhejiang, la vida.
Muerto por una paliza
Wu falleció el pasado 2 de febrero como consecuencia de la paliza propinada el 20 de octubre por un grupo de policías que irrumpió en la redacción al día siguiente de publicar un artículo en el que se criticaban las altas tasas impuestas por la policía de tráfico a las bicicletas eléctricas. Su muerte ha sido totalmente obviada por la prensa china.
Según la organización estadounidense Committee to Protect Journalists, el año pasado había 32 periodistas en prisión en China. "El Gobierno piensa que permitir informar libremente puede minar su poder", asegura Pain.
La campaña de censura se remonta a 2004, cuando puso fin a un periodo de cierta indulgencia, en el que los nuevos líderes quisieron mostrar una cara liberal. Pero con el número de protestas en alza, y dispuestos a cumplir el nuevo mantra oficial -"crear una sociedad armoniosa"-, los funcionarios han estrechado el cerco a las voces disonantes.
El control se extiende a la prensa extranjera, que legalmente está obligada a pedir la aprobación de los dirigentes de la provincia a la que quiere viajar para cubrir una información. Las detenciones, interrogatorios y expulsiones de los periodistas extranjeros, cuando son localizados intentando acceder a un pueblo en el que se ha producido un incidente que las autoridades pretenden mantener oculto, son frecuentes. Una situación que obliga a trabajar en China, como asegura un antiguo corresponsal, "en plan comando": llegar, ver e irse rápido.
La censura afecta a todo el entramado de los medios de comunicación y del panorama cultural: a grupos como los Rolling Stones, que no han podido actuar en China y algunas de cuyas canciones han sido eliminadas de los álbumes publicados localmente; a películas como la Sonrisa de Mona Lisa, con escenas de sexo cortadas, o a libros como la biografía de Hillary Clinton, en cuya traducción fueron eliminados párrafos enteros sin avisar a la editorial estadounidense, entre ellos los referentes a la matanza de Tiananmen, en 1989. Según la editorial china, se trató de "cambios técnicos menores", destinados "a ganar más lectores", y de los cuales no se advirtió a la autora para acelerar la publicación.
Un velo sobre otro velo
LA RECIENTE DECISIÓN de Google de aceptar las exigencias de Pekín para autocensurarse y cercenar los resultados que proporciona su buscador chino (www.google.cn) en el caso de términos considerados políticamente sensibles ha añadido un nuevo velo al mundo virtual ya limitado al que acceden los internautas del país asiático.
El Gobierno bloquea normalmente miles de direcciones de webs alojadas en el extranjero. Pero a esta censura ha venido a sumarse la que efectúan voluntariamente Microsoft, Yahoo y Google, que han accedido a imponer sus propias restricciones a la entrada de términos como democracia, Tíbet o libertad, para poder operar en un mercado de más de 110 millones de usuarios. Esta decisión "ha convertido la world wide web, para los usuarios chinos, en un mundo más pequeño y censurado", dice Sharon Hom, directora de Human Rights in China.
Introducir, desde un ordenador en Pekín, los tres caracteres chinos del movimiento de inspiración budista Falun Gong -ilegal en China- en la versión china de Google y en la internacional (www.google.com) produce 218.000 enlaces, casi todos ellos gubernamentales, con calificativos como "culto diabólico" para el grupo. El acceso a las webs oficiales es inmediato, pero si se intenta entrar en las otras, la pantalla se queda en blanco, con el mensaje: "No se puede mostrar la página". Si la pesquisa se hace con las dos palabras Falun Gong en lugar de sus tres caracteres chinos, el ordenador se bloquea y el buscador queda inutilizable durante minutos.
La prueba realizada en el localizador de imágenes de Google es más gráfica. Al teclear "matanza de Tiananmen" en inglés, en ambas versiones de Google aparecen 543 fotografías, con instantáneas de cadáveres y tanques por el centro de Pekín desde el primer resultado. Mientras que si se lleva a cabo la búsqueda en chino, el número de resultados es mucho menor, 63, y las fotos de los militares entrando en la plaza figuran al final.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.