Gasol impone barba
El 'pívot' de Memphis, que sabe que no basta con brillar en la pista, representa la vocación planetaria de la NBA como negocio
El vestíbulo del hotel Hilton es un animado mundo de palmadas, pinganillos, gorras torcidas, slang rapero, pantalones XXL y periodistas al acecho. Se buscan estrellas de baloncesto. Y ahí vienen: vuelven a chocar las palmas, se abrazan entre ellos como se espera de ellos -hombro contra hombro, gesto inmutable, orgullo de callejón- y acuden a las mesas que la NBA les ha preparado. Cada una tiene una banderita con un nombre. La NBA sabe lo que se hace cuando se trata de cuidar el negocio. Hace 25 años sólo cinco cadenas de televisión se ocupaban de la Liga de baloncesto por excelencia. Ahora se ocupan 500 cadenas de todo el mundo. Es el campeonato que define un modelo: global, sin prejuicios, extremadamente profesional. Pau Gasol pertenece desde hace cinco años a este mundo. Ahora pertenece a su club más exclusivo, el que reúne a los mejores jugadores. Es un All Star. Como tal jugará el domingo su primer partido con las grandes estrellas de la NBA. Aparece por la puerta. El alemán Dirk Nowitzky, también. Son altos, grandes y rubios. En el predominante escenario de jugadores curtidos en las duras leyes de la calles, Gasol y Nowitzky parecen jóvenes ejecutivos: camisa azul claro, pantalones azul marino con raya diplomática. "Me dijeron que había que cumplir con el código de vestimenta y ahora me doy cuenta que cada jugado viste como quiere", dice Gasol en su primera presentación como All Star.
La NBA es una máquina de precisión: quiere difundir su prestigio por todos los rincones del planeta. Cuida a sus estrellas con celo, pero las estrellas también cuidan a la NBA. Es un contrato del que se benefician las dos partes. El All Star trata de eso: de glorificar el juego y el producto. Gasol resume perfectamente el proyecto. Forma parte de lo que no hace mucho sólo era una avanzadilla de europeos en una Liga que durante décadas permaneció cerrada al exterior. Los estadounidenses miraban con desdén, o con desconfianza, en el mejor de los casos, a los jugadores europeos, asiáticos o africanos. Cuando la necesidad de crecer hizo que el negocio se abriera al mundo, los equipos de la NBA comenzaron a observar un nuevo semillero de jugadores. Cuando las selecciones europeas y suramericanas empezaron a complicar la vida a las selecciones profesionales de Estados Unidos, los técnicos no tuvieron más remedio que admitir la realidad: el mundo no sólo era un negocio para la NBA, también es una inmensa factoría de jugadores.
Gasol ha comenzado su quinta temporada en los Grizzlies de Memphis. No ha tardado mucho en alcanzar la notoriedad. Ha cambiado el destino de un equipo que gastaba fama de perdedor irremediable. Con Gasol, los Grizzlies han conocido sus únicas tres temporadas victoriosas. La cuarta se avecina. En este cambio de destino, Gasol ha protagonizado un papel decisivo. Ha sido el mejor anotador, el mejor reboteador, el mejor taponador y ahora mismo es el mejor pasador de los Grizzlies. No hay duda: merece figurar entre las estrellas que se han reunido en Memphis. Momentos antes, ha recibido junto a sus compañeros las instrucciones para atender a la prensa. "No hemos hablado del partido, sólo de cuestiones de seguridad o ésta: atender a los periodistas", señala Gasol, que se dirige a los periodistas en inglés, castellano y catalán. Tiene tablas. Siempre las ha tenido. Su caso es el de un jugador con una admirable seguridad en sí mismo. Con 20 años ingresó en la NBA. Con 25 es una estrella.
Quizá sin saberlo, Gasol representa un perfil muy reciente del deportista español: ganador, confiado, sin complejos. De alguna forma, su impresionante altura (2,14 metros) también refleja el crecimiento de España en los últimos 30 años. "Me siento honrado porque sé la repercusión que ha tenido la noticia allí", dice Gasol, que se confiesa tranquilo. "Al principio fue un shock. No lo veía claro. Confiaba en entrar en el equipo de estrellas, pero tenía algunos temores: el equipo había entrado en un bache y hay grandes jugadores en mi puesto". Pero a los entrenadores no les pasaba por alto su impecable temporada. Le eligieron para formar el equipo de la Conferencia Oeste que se enfrentará el domingo a la Conferencia Este.
"Es un premio. No quiero hacer más de lo que intento en cada partido. Estoy aquí para disfrutar". A Gasol no se le escapa que la fiesta sólo es un gran paso en su consagración. "No quiero vaciarme y quedarme sin pilas. Cuando termine esto, vuelve la competición y tendré que jugar cinco partidos en siete días". Ha perdido la expresión juvenil de su cara. Le asoma una barba de granjero sureño. A su madre le repatea esa barba. A Pau, no. "Quería cambiar de aspecto y algunos me dijeron que me quedaba bien". Resulta que ese cambio ha tenido un efecto mediático y mercantil. En Memphis se venden como rosquillas caretas con barba al estilo de Gasol. El jugador catalán sabe que no basta con funcionar en la pista. Tener una imagen definida, singular, también ayuda. Es un tipo listo. Lo decía su anterior entrenador Hubie Brown: "Gasol no sólo juega bien, sino que piensa más que la mayoría de los jugadores". Por eso está entre las estrellas que han desembarcado en Houston.
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