Inesperada hazaña de Font, que roza la medalla en snowboard
Jordi Font, de 31 años, se ganó con todo merecimiento un próximo buen pellizco de los millones del programa ADO, perfilado ayer mismo. Logró una de las mayores hazañas solitarias que se recuerdan en el deporte español. La tercera invernal tras la medalla de oro de Paquito Fernández Ochoa en el eslalon de Sapporo 72 y el bronce de su hermana Blanca en Albertville 92. Su cuarto puesto fue toda una sorpresa, como subir al Everest de repente. Fue el resultado de su calidad y de su coraje, pues también tenía un hombro dañado tras sufrir una caída el martes, pero también de la lotería que siempre es el cross del snowboard. Le salió bien en la semifinal, pero no en la final, cuando los cuatro mejores atletas se jugaban las medallas. Pero hizo ya demasiado, y mucho más aún en el desierto nevado español, que sólo esperaba y espera a María José Rienda el día 24 en el eslalon gigante de esquí alpino. El domingo, únicamente se rodará en el supergigante, pero en él bastante hará con quedar entre las 20 primeras.
Ignacio Sola fue el primer gran saltador de pértiga español y sin duda uno de los nombres legendarios del atletismo en los difíciles años 60. Imbatible en su época, adelantado a su tiempo, marcó todas las diferencias e incluso tuvo un honor especial que siempre se le recuerda, aunque él mismo lo tome como una anécdota, porque también fue una casualidad. Pasó a la historia como un español que tuvo por unos minutos el récord olímpico. Fue en los Juegos de México 68, quizá la cita de mayores hazañas de la historia, y él pudo ser también protagonista. Acabó noveno, un dignísimo puesto, con 5,20 metros. Ayer, Font hizo el mejor tiempo inicial de los 36 participantes en la primera manga del recorrido, y también por unos minutos fue un pionero olímpico. En el segundo recorrido, el estadounidense Wescott, campeón mundial en 2005, que salió en segundo lugar y luego sería oro, le superó ya por casi dos segundos, pero aun así el español hizo el octavo tiempo y se metió holgadamente entre los 32 finalistas que ya disputarían por sistema de eliminación, de cuatro en cuatro, clasificándose los dos primeros, desde los octavos de final hasta la final. Ahí, con contactos, ya podía pasar de todo, pero a diferencia del otro español, Ibón Idígoras, eliminado con el antepenúltimo tiempo, Font había demostrado su poderío.
El barcelonés, sin casi palmarés internacional, que reside en Andorra donde su mujer es profesora de esquí en la estación de Soldeu-El Tarter, tuvo un problema añadido en las salidas, al no poder forzar con su hombro bloqueado. Pero lo resolvió con clase, y deslizándose con potencia (mide 1,85 metros y pesa 82 kilos) remontó en las series de octavos y cuartos de final: empezó último y acabó segundo. En semifinales, de nuevo fue segundo, porque los jueces descalificaron al canadiense Anderson, que le empujó y se levantó antes que él para cruzar la meta. Y en la final, escapados ya Wescott y Zidek hacia el oro y la plata, el catalán se cayó cuando intentaba remontar al tocarse con el francés Delerue, pero éste se levantó primero en la ocasión decisiva y le quitó el bronce.
Font rozó así el cielo olímpico tras luchar en su debut contra todo, incluída la pérdida inicial de las maletas en la lamentable peripecia de la T-4 de Barajas. Pero ya entonces se le vio dispuesto a solucionar el problema yendo cada día al aeropuerto en busca del material. "No ha sido una sorpresa, pero como estaba físicamente y con todo lo que me ha pasado, no he podido hacer más", comentó. "Se viene a competir y podía salir. Mi sueño era hacer algo grande, porque en España la cultura es una pelota de fútbol y no hay ayudas suficientes. Así se podrá abrir camino a los que vienen detrás", añadió Font.
Una rusa, primera expulsada por dopaje
Olga Pyleva, una rusa de 30 años de la Siberia profunda, medalla de plata el lunes en los 15 kilómetros del biatlón (esquí de fondo y tiro) y con un palmarés apreciable en la élite, oro en los 10 kilómetros en Salt Lake City 2002, no sólo se convirtió en la primera expulsada oficialmente en competición de los Juegos, sino que pende sobre ella la cárcel con que las leyes italianas de 2000 castigan a los culpables de dopaje. La droga protagonista ha sido el carfedón, un estimulante parecido a la anfetamina, que está prohibido desde 1998, porque tiene una aplicación "sospechosa", según el COI. Influye en la resistencia y aumenta la capacidad de resistir el frío. Lo usó, por ejemplo, el ejército ruso para darse ánimos y combatirlo durante su invasión de Afganistán en 1980. El ciclista alemán Danilo Hondo dio positivo con carfedón en 2005.
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