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Reportaje:PERSONAJE

Del trópico a la niebla

La vida en Lleida de Jackson Quiñónez, ecuatoriano nacionalizado español en septiembre y que batió el sábado el récord de 60m vallas

Carlos Arribas

Así las gastan en Lleida. El Segre. La boira. Así las gasta Jackson Quiñónez, emigrado hace seis años de la República de los Negros de Esmeraldas, manglares y playas de arena blanca en el Pacífico, en Ecuador, pegando a Colombia.

"Hay días", cuenta Ascensión Ibáñez, "en que, si me voy a la otra curva a cronometrarlo, no le veo". "Hay días, hay semanas", prosigue la entrenadora de Quiñónez, "en que la temperatura no sube en todo el día de bajo cero. Y la última semana nos entrenamos con cuatro grados de máxima... Así, entrenando en esas condiciones, ¿quién podía pensar que iba a batir el récord de España?"

Tampoco Jackson Quiñónez, gigante de 1,90 metros, de 91 kilos, poderoso y veloz, lo pensaba. "Ni siquiera ahora me lo creo", decía el sábado por la noche poco después de pasar el control antidopaje, el trámite que le faltaba para que sus 6,58s en los 60 metros vallas borraran de la lista, 22 años después, el nombre de Javier Moracho; "pero todavía no lo tengo muy claro. Tenía bastante claro que iba a lograrlo, pero no lo esperaba tan pronto".

Jackson Quiñónez, nacido en junio de 1980 en Esmeraldas, tierra en la que los esclavos africanos huidos encontraron refugio, hijo de una maestra y de un agricultor, es español porque quiere ser atleta profesional, porque quiere ganarse la vida haciendo brillar su talento. "Llegué a España, a Lleida, hace seis años con una beca de Solidaridad Olímpica", explica. "Después de un año regresé a Ecuador, pero me volví enseguida. Sabía que para crecer como atleta tenía que cambiar de país porque en Ecuador no hay medios, no hay ayudas para el atletismo. Allí hay otros problemas más importantes". Y Quiñónez, que es soltero, vive solo en su apartamento y trabaja también de monitor en un instituto, es atleta por vocación y también porque no valía tanto como pensaba para el baloncesto, que es lo que le gustaba al principio: "Por lo menos, no se me daba tan bien como las vallas o los saltos".

"Pero siempre ha tenido claro que lo suyo son las vallas", dice Ascensión Ibáñez; "en altura ha saltado 2,20 metros, una marca que en España le coloca entre los mejores, pero que no tiene relevancia internacional. Y en vallas altas puede llegar mucho más lejos". Y, como si fuera premonitorio, sus padres le llamaron Jackson y otro Jackson, el galés Colin Jackson, es desde hace 12 años el recordman mundial de los 110 vallas, con 12,91s.

Quiñónez llegó a España con un buen bagaje técnico detrás. Gracias a los convenios entre Ecuador y Cuba, se concentró varias veces en La Habana, pudo entrenarse con Anier García, el cubano de los 13s justos, el último heredero de la tradición iniciada por el gran Alejandro Casañas, capaz de correr los 110 vallas en 13,21s en los años 70. "Mi escuela es la cubana", dice Quiñónez; "me parezco a ellos, a Anier, a Yoel, a Yunier. A Emilio Valle. De entrenarme allí, he acabado pareciéndome a ellos. Si hasta estuve entrenándome en Manaos, en Brasil, con Antúnez, el entrenador de Anier..."

"Pero lo que tiene Jackson, sobre todo, es que es formidable entrenándose, pese al frío, pese a la niebla, tan lejanos del trópico en que se crió", dice Ascensión Ibáñez; "es genial, muy motivado, muy trabajador. Un encanto".

Y, por si esto fuera poco en un hombre que también es humilde, que piensa que ya con 25 años poco más puede progresar, tiene unas grandes condiciones para su especialidad. Calidad mental, inteligencia para asimilar el trabajo técnico, los automatismos, el trabajo aburrido, invisible, que delata a los grandes campeones. "Por ejemplo, este año ha mejorado mucho la técnica de salto y los pasos entre vallas, un problema que para él, que es tan alto, es muy importante: tiene que acortar mucho la zancada, correr a pasitos", dice Ibáñez; "y es muy rápido. Puede mejorar bastante aún".

¿Cuánto? ¿Hasta dónde puede llegar?

"Vamos a ir paso a paso", advierte Ibáñez; "este año, que no puede competir con la selección española, nos habíamos planteado bajar de 6,71s en invierno en los 60m y de 13,44s en verano en los 110. Un objetivo ya lo hemos alcanzado. Ahora, a por los 13,42s de Moracho, el otro récord español".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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