Leo y el pez
Los falsos curas, que reparten octavillas con frases auténticas de Juan Pablo II contra la funesta manía de pensar por cuenta propia, hoy no hacen apostolado a las puertas del teatro Alfil, han sido sustituidos por una docena de policías de verdad, en uniforme de faena, que están aquí, tomando la calle del Pez, para proteger a los creyentes que han venido a recibir la revelación de labios (ojos, manos, y pies) de Leo Bassi, eminente histrión y caricato excelso.
La revelación es el título del nuevo espectáculo de Leo, una revelación contra la que los fundamentalistas católicos se han rebelado, alertados por "La Razón", periódico que no concepto, de ahí las comillas, y reconfirmados por la nutrida cofradía de meapilas radiofónicos que predican nuevas cruzadas en las ondas. Creo que la última vez que estuvieron por aquí los maderos, tal vez llamados así por su afición a repartir leña, fue para escoltar a los descreídos que iban a sacar entradas para una obra escatológica e irreverente firmada por la oveja negra del clan de los Aguirre, una obra cuyo título no reproduzco para no calentar más los ánimos y no dañar las problemáticas relaciones entre el Gobierno español y el Estado vaticano.
Corren malos tiempos para la sátira, que nunca los vivió buenos, pues la ironía y el sarcasmo se alimentan de los males y de los defectos contemporáneos, siempre son malos tiempos para los bufones desde que dejaron de estar en la nómina de los reyes. Malos, malísimos tiempos para caricatos y caricaturistas de lo imposible. Es imposible publicar una caricatura de Mahoma, porque para caricaturizar como Dios manda, se necesita una cara y la ortodoxia islámica al prohibir el retrato, impidió la posible caricatura. Lo mismo podría decirse del Jehová judío que para mejor protección ni siquiera responde por su nombre y que se manifestaba con disfraces tan extravagantes como el de zarza ardiente. En el caso de Jesucristo, la caricatura sólo podría efectuarse si damos por bueno el retrato del paño de La Verónica, santa patrona ideal de grabadores e impresores. Del Espíritu Santo, inefable transformista ni hablamos.
En la cola de La revelación, mi amigo F., presunto agnóstico, se confiesa con los falsos clérigos, jóvenes y pálidos que llevan alzacuellos y ropas negras. En el interior del teatro, Leo Bassi, revestido de sumo pontifical, se transforma en Benedicto XVI, canta, baila, bendice y, como el benemérito papa, se cala un tricornio de la Guardia Civil antes de repasar, ya vestido de paisano, con irónica filosofía y enorme desparpajo, algunos puntos oscuros de la Biblia y de la fe católica, una reflexión irreverente que no utiliza ni la escatología fácil, ni la blasfemia gratuita para conseguir el favor del público, que se vuelve fervor cuando, en la parte final del espectáculo, el mago se desnuda en cuerpo y mente y pintado como un chamán exhibe su verdadera fe en la naturaleza, la especie humana y la evolución frente a los fabuladores del "diseño inteligente", inocentes como animales y canallas como cristianos, le robo la frase al poeta argentino Juan Gelman que nos incluyó a todos en ella.
En la esquina del Alfil, entre las calles del Pez y de la Madera, así llamada por sus carpinteros, no piensen mal, cuelga estos días una muestra del espectáculo, un ingenioso logotipo que enmarca las letras de Darwin en el contorno de un pez cuadrúpedo. Leo Bassi ha buscado las cuatro patas de nuestro pez ancestral, el antepasado nuestro que caminó para salir de las aguas y que también sirvió de logotipo secundario, santo y seña, de los primeros cristianos. El pez cuadrúpedo merece por su simbolismo, su diseño y su oportunidad conservar su puesto en la esquina, como parte de la escenografía callejera y reclamo que atraiga a los fieles creyentes del teatro, el humor y la inteligencia a este pequeño templo en el que se les rinde culto a diario. Después de predicar su revelación, Leo Bassi, volverá a peregrinar en autobús, con su caravana de fieles, por otros lugares de culto de la Comunidad de Madrid. El año pasado echaron a estos peregrinos del Valle de los Caídos y les ahuyentaron de algunas fincas muy particulares de la región. Por eso el itinerario de este año se mantiene en riguroso secreto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.