Viaje a la semilla
Viktoria Mullova (Moscú, 1959) fue en su día una revelación, una estupenda violinista, joven, guapa y llegada del Este. Un caramelo para la mercadotecnia, incluida su pasajera, pero intensa unión sentimental con Claudio Abbado. Pero la gente madura, y ella también, lo hizo en lo personal y en lo artístico. Al parecer, se acabó amostazando con tanto brillo, con tanta exigencia de hacer siempre lo mismo, y decidió dar a su carrera un giro a partir del año 2000. Se sumergió en el barroco, adaptó su estilo a las normas del historicismo y empezó a tocar con gentes como Antonini, Allesandrini o Dantone con resultados muy interesantes.
Y en esa nueva faceta se ha presentado en el Liceo de Cámara, nada menos que con obras de Bach para violín solo y acompañada en un par de sonatas -las números 4 y 6- por Ottavio Dantone. Lo mejor del recital ha sido cómo la violinista rusa nacionalizada austriaca ha planteado su personal camino a los orígenes, su viaje a la semilla, que diría Alejo Carpentier. Un viaje emprendido con un bagaje técnico que acaba por no ser lo más importante -mucho más limpia la dicción en la Partita nº 2 que en la número 3- una vez que lo vemos sumido en otras búsquedas, la expresiva en primer lugar.
Liceo de Cámara
Viktoria Mullova, violín. Ottavio Dantone, clave. Obras de Bach. Auditorio Nacional. Madrid, 4 de febrero.
Cuenta en ella más la tensión que la línea, la progresión en el planteamiento del discurso que la claridad del mismo, y es al fin la emotividad lo que priva. Hubo, sí, un momento en el que todo confluyó de manera espléndida: la Chacona de la Partita nº 3, dicha con un arrojo y una intensidad tales que seguramente fueron la causa de que, justo en la última nota de la propina, las cerdas del arco -todas- se desprendieran de la nuez.
Con Mullova actuó en las sonatas Ottavio Dantone, que demostró por qué es uno de los mejores clavecinistas del presente. Su papel es ahí tan importante como el del violín, pero suele quedar, por unas u otras razones, eclipsado por éste. En el allegro de la número 6, reservado para él en exclusiva, el italiano, simplemente, deslumbró.
Babelia
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