"¿Organizó Tejero un referéndum el 23-F?"
Antonio Gala (Córdoba, 1936), dramaturgo (Los verdes campos del Edén), novelista (El manuscrito carmesí), poeta (Poema de Tobías desangelado, su último libro), entre muchas otras obras, es un hombre de ingenio veloz, poético y hondo. Escribe a diario sobre lo que pasa, con ese estilo, y aquí repasa palabras recientes y palabras de siempre. Su diccionario de la vida.
PAZ.
Pensar que el amor concluye siempre en boda y él no se acaba nunca es como pensar que el mundo termina en Cercedilla
La aldea global es justo lo contrario de lo que desean los nacionalistas. Conseguirán como mucho sólo la aldea, y ni siquiera por las buenas
La paz es un estado de ánimo colectivo que se edifica sobre la justicia, es decir, sobre la comprensión, la solidaridad y la generosidad. Este juicio puede parecer un discurso moral: lo es. Cualquier guerra es la consecuencia visible de un desastre interior, ya en los individuos ya en los pueblos. No sólo hay que querer la paz, sino hacerla. Y el ejército no es nada más que, como la política, una profesión voluntaria en la que la nación, para descansar, delega ciertas responsabilidades. Para descansar y para que quienes componen tal nación o alianza se dediquen a sus tareas de formación y de realización y de crecimiento. Creer que el ejército es "la nación en armas" huele a guardarropía; creer que es una casta huele a Nabuconodosor. El ejército -mínimo- está constituido por especialistas que saben conducir con tino, en caso de agresión, las armas tecnológicas. Y que, durante la paz, están, como esa tecnología, al servicio de la colectividad. Y sometidos a ella y a sus leyes. En silencio a ser posible.
EDAD.
Es el resultado del paso del tiempo y del nuestro con él. Un proceso como casi todo lo que vale, en sentido estricto, la pena. Si uno ha sido un niño curioso y alegre, un adolescente atribulado y contradictorio, un joven rebelde y generoso, un adulto creador y sereno, será un viejo enriquecedor por enriquecido, comprensivo y amado. El hecho de envejecer no hace más sabio: el mundo está lleno de ancianos imbéciles.
MATRIMONIO.
Está bien inventado: lo han inventado seres humanos a su propia medida. Es cómodo de llevar y resistente si se le trata bien. El amor no es, sin embargo, nada de eso... El matrimonio es un contrato resoluble que ha de afirmarse con lucidez y con frialdad. Se trata de una norma de higiene social y de protección. Algo que la sociedad erige para impedir el taponazo y paso atrás, y que con él las crías estén defendidas el largo tiempo que las del hombre necesitan. Es un zoo lleno de parejitas enjauladas. Y yo detesto las exclusivas. Es indecente obligar a otro a amarnos, y asegurarnos además, con leyes y ataduras, contra su desamor. El matrimonio o es una comunidad voluntaria de vida o es una pantomima: nadie es propiedad de nadie. Por eso el amor nada tiene que ver con el matrimonio: hay amantes no casados y casados no amantes. Pensar que el amor concluye siempre en boda y él no se acaba nunca es como pensar que el mundo termina en Cercedilla. El matrimonio puede ser la mejor compañía, o una carga tan pesada que con frecuencia ha de llevarse entre tres (o más). Es una institución vertiginosa. En él se unen dos personas de diferente condición, de diferentes caracteres, de diferente edad, de diferente educación y, por si fuera poco, hasta ahora, de diferente sexo.
PAPELES.
¿Los de la Generalitat que descansaban en Salamanca? ¿No dijo el alcalde que se los llevaron "a sangre y fuego"? Pues habrán ardido, y los que no, estarán hechos una pena... Por cierto, ¿no tiene Cataluña muchísimo arte sacro antiguo que es de Aragón? En ninguno de estos casos cabe la usucapión. Que la Generalitat y la Iglesia aprovechen ahora y lo devuelva: ojo por ojo.
TEJERO, REFERÉNDUM.
No he oído dos palabras tan opuestas. Son rigurosamente contradictorias. ¿Organizó él un referéndum el 23-F? Quizá es que la cárcel no le ha venido mal. Que vuelva a ella.
AMOR.
¿Se produce una ceguera transitoria que lo lleva a uno conducido, alterado, enajenado? Es amor. ¿Brota una situación ágil, desenfadada, cariñosa, juguetona? Es amor. ¿Siente uno apremios de tocar, morder, penetrar? Es amor. ¿Conviven dos personas porque se entienden, porque mutuamente se protegen? Es amor. ¿Hay una compraventa de juventud y belleza a costa de instalación y de seguridad? Es amor... Todo, todo, es amor. Yo no lo niego. No soy tan estricto como Don Quijote, que se calificaba de platónico continente. Entre otras razones, porque, debajo de la manta, Platón le pellizcaba las nalgas a Cármides. ¿Qué es amor, por tanto? Una atracción -no siempre sexual-, que se suscita por selección -no siempre por elección- entre una pareja -no siempre de distinto sexo-, pero que concluye -o comienza- en el sexo. Qué bien haría la Iglesia no invadiendo la vida política ni la civil ni la amorosa. A todos nos iría mucho mejor. Confundir ética con religión y considerar que cuando uno tiene creencias religiosas, ya tiene los problemas resueltos, es una falacia... Pero la Iglesia se confunde: Juan Pablo II habló hasta del trasvase del Ebro, y Benedicto XVI mezcla el eros con el ágape, cuando son cosas muy distintas. Por fortuna y deleite.
LIBERTAD.
No es algo que se nos conceda gratis ni tampoco que pueda ejercitarse en soledad. Para existir requiere presupuestos contradictorios, y lo mismo para dejar de existir. No es verosímil que nadie sea forzado a ejercerla y tampoco que a nadie, en el último fondo de su alma, le sea arrebatada. Para mí es, en mitad de la propia coherencia, elegir. Y elegir algo es, por un lado renunciar a lo demás, y, por otro, hacerse responsable de lo que se ha elegido. Pero para hacerlo con objetividad, hay que mantener la independencia interior y exterior: que nada (personas, ideologías, necesidades, prejuicios) nos hipoteque la cabeza ni el estómago. La rebeldía exige más valor, imaginación e inteligencia que la sumisión. Ser libre es correr riesgos: el de dejar de serlo, el primero. Porque la publicidad comercial y la propaganda política, en efecto, usan iguales métodos contra el llamado a elegir: lo hacen creerse imprescindible, lo alaban, lo envuelven, lo manejan: lo engañan. Entre la cantidad de mustias y fingidas libertades, se echa de menos la única esencial, la que permitiese realizarnos de uno en uno y creer y esperar en nosotros mismos y en la vida.
NACIONALISMO, LENGUA.
La aldea global es justo lo contrario contrario de lo que desean los nacionalistas. Conseguirán como mucho sólo la aldea, y ni siquiera por las buenas. Imponer el uso de una lengua cuando a la vez, corrientemente, se habla otra, es una mamarrachada. Porque vamos hacia organizaciones plurinacionales, plurirreligiosas y políglotas. Y fomentar las delaciones y espionajes (con frecuencia ilegales) con el fin de comprobar la unicidad de la lengua es ya partir por el eje lo que se quiere unido. Como hacer un idioma geográfico obligatorio en algo tan libre como la Universidad. Eso lo sabe todo el mundo de a pie. La prueba es que los medios de comunicación utilizan y seguirán utilizando el castellano.
El genio inacabable
ANTONIO GALA es un hombre de genio y de ingenio. Cuando está en una conversación, y sin que lo requiera, las cabezas se vuelven hacia lo que tenga que decir. Siempre ha perseguido el sosiego, que alcanza con la poesía, interrumpe con la novela y con la realidad, y recupera con Andalucía. Sus libros se cuentan por éxitos de ventas, y sus apariciones públicas han llegado a ser tan multitudinarias como las de las estrellas de rock. Después, casi siempre, el autor de Enemigo íntimo recupera en la soledad la melancolía que le hizo escritor.
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