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Columna
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Obediencia ciega

El día en que Piqué estuvo a punto de dimitir, Javier Arenas estaba cerca. Como lo estuvo de Pimentel el día que éste dimitió. De los dos se descolgó. En la reunión de maitines de la dirección del PP tras el acuerdo alcanzado entre el presidente del Gobierno y el líder de CiU sobre el Estatuto de Cataluña, Piqué defendió el pacto al entender que abría una vía de acercamiento. Allí explicó las similitudes con la propuesta que los populares catalanes habían defendido. En ese encuentro Mayor Oreja, Acebes, Zaplana y Arenas se manifestaron en contra y apoyaron lo que luego Rajoy anunciaría: un referéndum en España sobre el Estatuto. Arenas se situó de nuevo en la línea dura. En el ala más a la derecha, a pesar de que hay quien sostiene que el líder andaluz está más cerca de Piqué que de Acebes.

Arenas llegó a la política desde las juventudes de la UCD, militó en el PDP y se incorporó en 1989 a Coalición Popular, el embrión del PP. Del centro político se ha ido escorando hacia las posiciones ultramontanas que ahora defiende. Arenas logró en su primera etapa al frente del PP andaluz cambiar las estructuras de la derecha en la comunidad. Dio un vuelco a las listas en muchos pueblos, donde se desprendió de dirigentes con un evidente pasado franquista, y apostó por caras nuevas y con escasa experiencia política logrando buenos resultados. En 1994 se presentó como candidato a la Junta. El PP tenía liderazgo: el suyo. Un equipo: Amalia Gómez, Manuel Atencia, Gómez Angulo, Juan Ojeda, Juan Santaella, Álvaro de la Cruz... Casi todos del centro político. Y un recambio para él: Manuel Pimentel. Había un discurso: un mensaje de centro que caló en una parte sustancial del electorado, y una imagen de gestión, avalada por algunos alcaldes, que pudo contraponer al despropósito de la última etapa de gobierno socialista. Fue la época en la que estuvo más cerca de acabar con el monopolio del PSOE andaluz. Doce años después, Arenas ha tirado por la borda la mayor parte de ese capital. Ahora tiene un discurso para España y otro frente a Cataluña, pero ninguno para Andalucía. Su equipo es un juez desorientado en política, una ex candidata a la Junta refugiada en su alcaldía, un portavoz incinerado y un bancario ex socialista.

Piqué sabe que la actual estrategia de su partido no sirve en Cataluña. Y el PP sabe que siendo residual en Cataluña no se ganan unas elecciones en España. Arenas también sabe que la estrategia del PP hace aguas en Andalucía. Y su partido es consciente de que es imposible llegar a la Moncloa con malos resultados en Andalucía. Pero frente a la actitud de Piqué, Arenas sigue la obediencia ciega. En la época más complicada del mandato de Zapatero, el PP alcanza al PSOE en intención de voto en España. En Andalucía esta misma etapa de crispación apenas le permite a Arenas elevar un punto y medio la intención de voto hacia el PP desde las andaluzas de 2004, según el sondeo del Instituto de Estudios Sociales. El discurso radical del PP tiene escasos adeptos en Andalucía y un techo electoral. Con él, Arenas se aleja de ese mensaje centrista con el que una vez estuvo a punto de darle la vuelta a la tortilla. No tiene sentido su actitud, a no ser que Arenas no ligue su futuro a Andalucía.

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