Zidane vuelve a ser 'diez'
El francés recobra su sitio natural, y la autoestima, tras una "iluminación"
El verano pasado, durante la gira por Estados Unidos, Zidane le pidió a Arrigo Sacchi y a Vanderlei Luxemburgo que solucionaran su problema. El jugador francés estaba harto. Cansado, a sus 33 años, de correr sin rumbo fuera de su zona natural. Frustrado por no poder ser la expresión de sí mismo, un diez de toda la vida, para injertarse en posiciones extravagantes según demandaba la extraña política de fichajes de un club en el que comenzaba a sentirse arrinconado. Agobiado por los compromisos que los directivos de empresas llaman "profesionales", el fútbol para Zidane se había convertido en algo tan artificioso que había dejado de gustarle.
"Es cierto, hace meses que perdí el fútbol", confesó en una entrevista publicada en agosto en France Football. "Y sin mi fútbol me perdí a mí mismo. ¡Os juro que no me reconocía! Ya no vivía con normalidad. Me llamaban de todos lados para hacer miles de cosas y nunca me encontraba a mí mismo. Ya no quiero que nadie me contamine la vida... Honestamente, durante un tiempo tuve la sensación de estar en todas partes menos en un campo de fútbol".
Dándole vueltas a la retirada, un día decidió afrontar el problema. Por un lado, resolvió -según dijo, en un momento de "iluminación", durante un enigmático encuentro nocturno- regresar a la selección de Francia. Esto es "a las fuentes". Por otro, les pidió a Sacchi y a Luxemburgo que le devolvieran a su sitio natural. Que a su edad ya no estaba para engañarse a sí mismo. Que era un diez o no era nada.
El trabajo de los entrenadores consiste en resolver problemas. Luxemburgo lo intentó. En Los Ángeles, contra el Galaxy, Zidane abandonó la banda izquierda para jugar de enganche en un sistema de 4-3-1-2, con Beckham, Gravesen, y Guti por detrás, y con Raúl y Owen por delante. Respondió multiplicándose. Pero no por mucho tiempo. Una lesión de pubis le mantuvo dos meses entre la invalidez y el dolor. Cuando regresó, Luxemburgo había perdido el apoyo de la directiva. En medio de la crisis, seguía dándole vueltas a su acomodo. Contra el Mallorca, en Liga, lo colocó junto con Beckham, Pablo García, y Baptista, que se volcó a la izquierda. Contra la Real, jugó partiendo de la izquierda, pero con García y Ramos basculando para cubrirle atrás. El francés comenzó a dar síntomas de recuperación: un gol en Anoeta, una asistencia en Málaga, otra en el Bernabéu frente a Osasuna, otra contra el Lyon...
Los esquemas de Luxemburgo nunca le proporcionaron la posibilidad de asociarse con Guti, ni le dieron un verdadero apoyo a su izquierda: nunca tuvo un extremo para combinar en ataque. Con López Caro esto ha cambiado. El domingo, contra el Sevilla, Zidane jugó libre de cargas y bien rodeado (4-1-4-1): con un extremo a la izquierda (Robinho), un pivote por detrás (Gravesen), y un cómplice a la derecha (Guti). El resultado: tres goles y una asistencia.
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