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HISTORIAS DEL 'CALCIO' | FÚTBOL | Internacional
Columna
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Coyotes y Correcaminos

Enric González

Esto parece una aventura del Coyote y el Correcaminos. Pasa el Juventus, bip, bip, y se pierde de vista en el horizonte. Inter y Milan, emboscados tras un recodo a la espera de un rival que ya ha pasado de largo, se turnan para zancadillearse a sí mismos y despeñarse por un barranco que viene a medir unos diez puntos. La distancia entre el líder y sus perseguidores, a mitad de temporada, es exageradamente amplia. Y eso no es lo peor. Si se advirtiera la posibilidad de un tropezón juventino, de una incertidumbre, de algo, los diez puntos de desventaja resultarían psicológicamente asumibles por los que van detrás. Lo peor es que la Juve parece destinada a irse cada vez más lejos. Fabio Capello ha creado por fin su obra maestra, un golem indestructible que ha ganado 17 de 19 partidos.

El único interés que le queda al asunto, en un sentido no deportivo, sino de entretenimiento, son las desgracias de los coyotes. Roberto Mancini, el técnico interista, estuvo muy gracioso la semana pasada cuando aseguró que a Capello y los juventinos les temblaban las piernas. "En cuanto pierdan unos cuantos puntos se vendrán abajo, y ellos lo saben", dijo. Al día siguiente fue el Inter el que empató a cero con el Siena y se vino abajo, dos puntos más abajo. El Juventus ganó tranquilamente en Palermo. Como ayer en casa frente al Reggina: bastaron el golito de Del Piero y la industriosidad de Emerson.

Ahora es cuando los coyotes echan mano de los milagrosos productos Acme. El Inter, una de las sociedades más tontamente gastonas del mundo, espera recibir un delantero del Udinese, Di Natale, este mismo mes, para compensar la ausencia de Martins (Copa de África), y planea encargar para junio a Ballack, la joya cesante del Bayern. Es fascinante ver cómo una entidad con uno de los delanteros más prestigiosos del mundo, Adriano, con una plantilla valorada en 188,5 millones de euros y con unos recursos financieros casi ilimitados gracias al petróleo del patrón, Massimo Moratti, tiene que echar mano cada enero de la tarjeta de crédito para remendar el equipo y seguir sin ganar nada.

El Milan suele ser más astuto que el Inter. Esa es la fama, al menos. Nadie lo diría después de la operación Vieri. En verano, el Inter hizo uno de los mejores negocios de su historia reciente al pagarle a Christian Vieri seis millones de euros con tal de que se largara. Cierto que el Inter sufre la compulsión de librarse de sus mejores futbolistas (los Ronaldo, Roberto Carlos, Pirlo, etcétera), pero el Milan tenía que haber sospechado: ni siquiera Moratti paga mil millones de las antiguas pesetas para perder de vista a un buen jugador. El Milan, sin embargo, contrató a Vieri. Le ha durado seis meses. La sociedad de Berlusconi, no se sabe con qué malas artes, ha conseguido colocarle en el Mónaco. Veremos cuántos partidos gana el Mónaco a partir de este momento.

Vieri fue un futbolista importante. Con el Inter llegó a marcar 24 goles en 23 partidos, un promedio sensacional. Pero hace tiempo de eso. Poco a poco se ha convertido en un tipo grandón, cargado de hombros y con las rodillas frágiles, que carga contra la portería contraria con el entusiasmo del Coyote y se deja caer en el área como quien se arroja al precipicio. Ya ni Acme lo incluye en el catálogo.

Por el bien del espectáculo, el Inter debería recomprar a Vieri. Es sólo una idea. Pero o alguien hace algo divertido, o nos quedan meses de rutina.

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