Sisa
Una serie de circunstancias laborales que no vienen al caso ha provocado que frecuente comercios en barrios "elegantes" de Madrid. Por ello, y a pesar de los elevadísimos precios, adquirí tres botecitos de esos que contienen las doce uvas de la suerte, en una tienda de la calle de Alberto Alcocer.
Ingenuamente confiaba que semejante compra en dicho lugar uniría por unos segundos mi destino con el de los permanentemente agraciados por la diosa Fortuna. Sin embargo, hasta en pretensión tan modesta, la suerte me fue esquiva. Dos de los recipientes no alcanzaban la "reglamentaria" cantidad de uvas. Habían "sisado" una en cada bote. ¿A quién y cómo reclamar daños y perjuicios por el fraude?
No obstante, y pese a la frustración que supuso no poder concluir el tradicional rito, la experiencia aportó un aspecto "positivo": mi teoría sobre cómo se enriquece el personal en este país ha quedado nuevamente demostrada.
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