El harén de Marquerie
Tres gracias a las que falta cualquier sonrisa; tres mujeres desnudas que hacen una severa exploración de sí mismas en lo físico y lo sentimental; tres venus primigenias en un cuadrilátero de arena (escenario de combate: Freud atribuye a la arena un símbolo de lo destruido cuando analiza el cuento de Hoffmann) entresacando contracciones polisémicas en una catártica búsqueda de integración, de asidero. Los desnudos pierden cualquier erótica (aun recordando a Courbet, a Egon Schiele, a los dibujos secretos de Rodin) y calan.
Hay una inquietante poesía surrealizante plena de referencias pictóricas no confesadas, de alusiones a Paul Delvaux, De Chirico y Max Ernst; las tres mujeres son vestales abandonadas de un ritual antiguo; poseedoras de secretos y dolor, de ansias, pero a la obra le sobran muchos minutos. El dominio narcisista del director sobre las bailarinas las somete a repeticiones innecesarias, falaces, que debilitan sus excelentes trabajos actorales. Otro error, el exceso de textos, que quieren rizar el rizo del hedonismo y son dichos sin convicción alguna; sobran: sus cuerpos hablan mejor.
Compañía Lucas Cranach
Que me abreve de besos tu boca. Espacio escénico, textos y dirección: Carlos Marquerie; con la colaboración de Elena Córdoba. Intérpretes: Estela Llovet, Paz Rojo, Getsemaní de San Marcos. Teatro El Canto de la Cabra, Madrid. 12 de enero.