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Las doce campanadas de Juan Aguirre en el Sáhara

Las ganas de conocer a la sociedad y cultura saharaui y el deseo de desconectar radicalmente de una larga e intensa gira, ha llevado a Juan Aguirre a vivir la Nochevieja más atípica de su vida. El guitarrista y miembro del dúo Amaral, quería pasar unos días, de manera anónima y alejado de los focos de la popularidad, en los campamentos de refugiados en los que sobrevive el pueblo saharaui desde hace 30 años. Como un cooperante más, viajó hasta ellos para desear un nuevo año feliz a todo un pueblo que reclama su derecho a la autodeterminación, pero su fama no pudo pasar inadvertida y casi se vio protagonista de una improvisada fiesta en una jaima en mitad del desierto en la que saharauis y diversas ONG despedían el año. A falta de televisión y campanas reales, Juan Aguirre, una vez reconocido por un grupo de cooperantes españoles, fue casi obligado a improvisar unas campanadas en un precario teclado con el que el grupo local, Estrella Polisaria, amenizaba la fiesta. La soledad del desierto no era la Puerta del Sol, pero se le parecía. Pasas y dátiles en lugar de uvas, fueron cayendo mientras Aguirre golpeaba 12 veces seguidas unas teclas que sonaban como el carillón de la Casa de Correos madrileña. Y ya puestos, acompañó a la guitarra al grupo saharaui para improvisar estándares como Guantanamera o La Bamba. La fiesta se prolongó hasta el amanecer, cuando el sol apareció inmenso tras las dunas.-

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