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Columna
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Horas nuevas

Media vida para lograr un trabajo con el que vivir y la otra media intentando vivir a pesar del trabajo. Llevamos una existencia contra reloj. El horario vital de los españoles no alcanza la convergencia europea. Cuando Europa duerme, España cena y ve la televisión. Así comenzaba un artículo publicado hace unos días en EL PAÍS sobre la difícil conciliación de la familia con el trabajo. El 44% de los trabajadores prolongan su jornada laboral sin desearlo. Lo hacen además todos los días y resulta que esta situación nos coloca como los trabajadores menos productivos de Europa. Tenemos, en definitiva, un modelo de vida que no permite tener vida y encima resulta que es improductivo. Nos vendieron que el trabajo es salud y ahora conocemos que la jornada laboral que tenemos provoca estrés y angustia. Ha tenido que llegar este informe para saber que al que madruga el abuelo es el único que le ayuda, como responsable de llevar a los niños al colegio.

El bien más ansiado del proletariado desde Carlos Marx era repartir la tarta de la existencia diaria en tres porciones: ocho horas de trabajo, ocho de sueño y ocho de ocio y familia. La sociedad actual se ha comido una de las porciones. Y ahora frente al liberalismo y la globalización se da de bruces cualquier iniciativa tendente a mejorar nuestro paso por este mundo. Por eso el debate sobre la reducción de la jornada laboral a 35 horas duró menos que una pompa de jabón. Y seguramente por ello la condición de funcionario vuelve a ser el ansiado devenir que muchos buscan para no morir de tanta salud que da el trabajo. La estresada sociedad actual ha hecho más por la incorporación de la mujer al mercado de trabajo que todas las ideologías juntas. Vivir se ha encarecido tanto que ya no hay quien salga adelante con un sueldo. El único inconveniente es que la mujer se ha incorporado con las condiciones de trabajo que tenían los hombres antes de la industrialización. Sus sueldos son menores y todavía tienen que seguir llevando el peso de las tareas domésticas, lo que determina un horario laboral cercano al día siguiente. En el Congreso de los Diputados acaba de ponerse en marcha una Subcomisión de Adecuación de Horarios. Su objetivo es analizar el horario de los españoles, con el objetivo de emitir recomendaciones para mejorar la conciliación entre trabajo, familia y vida personal. La noticia ha pasado completamente desapercibida. Nos ha pillado a todos trabajando.

Los partidos políticos deberían replantearse su discurso. La sociedad cambia a pasos agigantados. Se ha conseguido que la sanidad y la educación sean universales. Está asumida la obligación de los gobiernos por mejorar las infraestructuras del país, y tampoco olvidan la necesidad de acometer políticas para la integración de los desfavorecidos. Pero ahora se trata de crear las condiciones para que cada ciudadano pueda decir, como Neruda un día: "Confieso que he vivido". Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional de Horarios, ha propuesto una política de luces apagadas en las oficinas a partir de las seis de la tarde. Apuntémonos todos. Falta poco para entrar en 2006 y hay que plantearse el futuro. Dejemos de trabajar a las seis de la tarde. Si lo consiguen, les deseo felices horas nuevas.

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