"Cansancio extremo" de los pilotos y "situación caótica" en la cabina
"El inevitable factor cansancio hizo mella en la tripulación y se reflejaría en el comportamiento posterior de todos sus miembros. En un vuelo normal sin contratiempos, incluso de larga distancia, [este factor] puede no representar un problema. Pero, en este caso, cinco horas de retraso inesperado en el aeropuerto de Manás, una aproximación imprecisa bajo condiciones meteorológicas adversas y unas 4,5 horas de vuelo [desde la última escala] consumieron las energías [de la tripulación] y afectaron a su lucidez mental y a su capacidad de atención y coordinación".
Con estas palabras explica el informe definitivo de la comisión internacional de investigación los últimos minutos de vuelo del Yak-42, que se estrelló en la madrugada del 26 de mayo de 2003 a 12,4 millas (23 kilómetros) al suroeste del aeropuerto de Trabzon (Turquía).
Más allá del cúmulo de irregularidades ya conocidas (como la avería del registrador de voces de cabina desde 45 días antes del siniestro o el mal funcionamiento del indicador de combustible), lo que más llama la atención es el comportamiento errático de los pilotos, sólo atribuible a su agotamiento, a la falta de instrucción (la compañía no impartía los preceptivos cursos de gestión de recursos en cabina), la carencia de información (no disponían de cartas de aproximación) y de experiencia (no se ha acreditado que hubieran aterrizado anteriormente en Trabzon).
"El deseo insistente de aterrizar cuanto antes, unido al cansancio de la tripulación, les obligó a bajar en vertical y tener la pista a la vista, en lugar de aplicar la pauta de aproximación, lo que produjo un descenso en picado y una aproximación inestable, con una posición incorrecta vertical y horizontalmente en relación con la pista, provocando una alerta de proximidad a suelo y, por consiguiente, una aproximación frustrada", señala el informe.
"Tras más de 23 horas de servicio, con un cansancio extremo, de madrugada, con una capa de nubes bajas y lluvia", el aterrizaje frustrado generó "una gran tensión y una situación caótica en la cabina que, a su vez, contribuyó a agotar las fuerzas de la tripulación".
A continuación, el Yak-42 inició una nueva maniobra de aproximación, pero en ese momento "la tripulación perdió por completo conciencia de su posición, como consecuencia de la tensión ambiental en la cabina y la falta de coordinación", lo que hizo que se dirigiera hacia las montañas mientras creía sobrevolar el mar.
"Como consecuencia de volar tan bajo en un terreno montañoso con valles profundos, las señales se perdieron", explica el documento. "El avión volaba por un valle a una altitud tal que las montañas a ambos lados quedaban más altas que el mismo avión", prosigue.
La señal de la radiobaliza (VOR) se perdió y el radioaltímetro reflejó su proximidad al suelo, pero la tripulación no se apercibió de ello ni supo reaccionar ante las señales que le advertían de la inminencia de la catástrofe. ¿Por qué? Según la comisión, porque estaba extenuada y desorientada.
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