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El ejemplar triunfo del Código

Carlos Arribas

Sobre Mariano Puerta ha caído con todo su rigor, y dureza aparejada, el Código Mundial Antidopaje, la norma nacida para unificar las sanciones y los procesos a la que tanto la ATP como la WTA se adhirieron en los últimos meses y a la que la Federación Internacional de Tenis (ITF) se ha sometido entusiáticamente para acabar de una vez con las acusaciones de laxitud que le habían sacudido. Es, en todos los sentidos, una sanción ejemplarizante.

Para su desgracia, y pese a las muestras de compasión con que el tribunal independiente de la ITF le notificó su sentencia, Puerta es la primera víctima necesaria de un acuerdo entre todas las organizaciones deportivas y gubernamentales que consideran al dopaje una de las plagas de los tiempos que corren y uno de los graves peligros que pueden acabar con el deporte tal como es.

Demasiado todo ello quizás para un tenista cuya mayor falta, como explica la sentencia, es no haber tenido el cuidado más extremo para vigilar todo lo que entraba en su cuerpo; para castigar el uso de una mínima dosis de un producto, el viejo conocido Efortil, que, según también reconoce la sentencia, no tuvo efectos positivos sobre su rendimiento en la final que perdió con Nadal.

Quizás abrumado por la carga que supone para sus hombros la aplicación pura y dura de lo que estipula el Código -sanción a perpetuidad para un segundo positivo, a menos que el deportista pueda demostrar que no hubo falta o culpa significativa en su proceder, como logró Puerta, en cuyo caso es de ocho años-, el tribunal ad hoc,tras reconocer que la sanción es dura y que le duele imponerla, termina sus consideraciones deseando que Puerta recurra ante el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) para que sea este órgano, establecido en Lausana (Suiza) el que siente jurisprudencia sobre un Código que según los especialistas va a tener muchos problemas para imponerse en todos los deportes.

Se supone, de todas maneras, que Puerta acudirá a Suiza con una disculpa para su despiste más creíble que la que esgrimió en Londres ante el tribunal, y en la que mezclaba la menstruación de su esposa Sol, la hipotensión que tal situación le produce, su necesidad de tomar Efortil para combatirla, los nervios previos a la final y un vaso en el que quedaban aún restos de Efortil y en el que vertió, inadvertidamente, agua de su botella.

No hay quien se lo crea, dijo el tribunal, pero tampoco importa tanto. "Sabemos que tomó Efortil de su mujer, y que lo hizo sin darse cuenta, pero dada su situación tenía que haber extremado las precauciones, y no lo hizo".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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