Como Bobby Fischer
Magnus Carlsen, noruego de 15 años, candidato a jugar el Mundial
Del juego de palabras "el pequeño Magnus" habrá que pasar pronto a la redundancia de "el gran Magnus Carlsen", un noruego de 15 años que acaba de añadir otra brillante orla a su ya impresionante palmarés. El décimo puesto en la Copa del Mundo, que terminó el sábado en la ciudad siberiana de Janti Mansyisk, le da una plaza en el Torneo de Candidatos al Mundial. Sólo el legendario estadounidense Bobby Fischer logró tal hazaña a la misma edad.
El termómetro en Janti Mansyisk ronda estos días los 30 grados bajo cero, poco apropiados para correrías nocturnas de adolescentes. Aún así, Henrik Carlsen, el padre de Magnus, daba órdenes estrictas desde su casa en Noruega, donde los medios de comunicación se han volcado en el seguimiento del Mozart del ajedrez: "A la cama, temprano, y nada de dulces". Hace un par de años, los padres de Magnus entendieron que dormir mucho, hasta once horas diarias, y descansar varias semanas entre torneos eran aspectos fundamentales para la carrera deportiva de su hijo, que antes había disputado demasiadas competiciones seguidas.
El esmero familiar por una educación integral, y quizá también la pertenencia a un país de vanguardia social, distingue a Carlsen de otros prodigios del ajedrez, nacidos en lugares donde abandonar el colegio para concentrarse por entero en el deporte mental está bien visto. La perspectiva de que los éxitos del niño den una vida confortable a toda la familia no ha existido en este caso: de hecho, Henrik no presionó al pequeño Magnus cuando, tras enseñarle a mover las piezas con cinco años, vio que el crío no se entusiasmaba. Insistió un par de años más tarde, pero tampoco, a pesar de que Magnus había dado muestras sobradas de ser un superdotado: a los dos resolvía rompecabezas con una soltura extraordinaria; a los cuatro solucionaba los que se recomiendan para chicos de 14; a los cinco sabía de memoria la superficie, el número de habitantes, la capital y la bandera de todos los países del mundo; a los siete conocía esos mismos datos de los 430 términos municipales de Noruega, y desde muy pequeño destacó en matemáticas. Dedicaba su tiempo libre al fútbol y a los saltos de esquí.
Fue el propio niño quien, a los nueve, empezó a entrenarse en serio. Primero solo, luego con su padre y después con un entrenador muy peculiar: Simen Agdestein, quien, tras brillar internacionalmente como futbolista y ajedrecista, es ahora bailarín. Sus compatriotas empezaron a admirar a Magnus en 2002, cuando fue subcampeón del mundo sub 12: durante un reportaje televisivo en el que le enseñaron varias posiciones de partidas magistrales, el niño identificó de inmediato quién había jugado esas partidas con blancas y con negras, cuándo y dónde. En abril de 2004, aún con 13 años, batió el récord histórico de precocidad al lograr el título de gran maestro, equivalente al cinturón negro en yudo.
Carlsen ha jugado varios torneos españoles, está fichado por el club Magic de Extremadura y es seguidor del Real Madrid de fútbol. Habla poco, pero siempre da la impresión de ser una persona equilibrada. Ciertamente, su mérito al clasificarse para el Torneo de Candidatos no es tan grande como el de Fischer en 1958, cuando los candidatos eran sólo ocho -ahora son 20-, en plena hegemonía soviética. Pero nadie duda de que su futuro será tan grandioso como su nombre de pila si supera con éxito las curvas de la adolescencia. Quien mejor lo ha dicho es el ruso Alexánder Nikitin, quien fue entrenador del tam bién ruso Gari Kaspárov: "Con independencia de que se entrene más o menos, mejor o peor, los éxitos de Carlsen se deben a un talento natural inmenso".
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