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Reportaje:

Pepsa: año uno

Los pacientes del ensayo de heroína, muy mejorados físicamente, empiezan a encontrar trabajo y crean una asociación

Gana entre 1.800 y 2.400 euros al mes. La empresa de pintura que creó este verano va tan bien, que ha tenido que contratar a dos personas para que le ayuden a terminar los trabajos que le salen. Un día un restaurante, otro un piso, después un local comercial; los beneficios de la pequeña sociedad no dejan de crecer y le permiten pagar 300 euros a la semana a cada uno de sus empleados. El resto se va sobre todo en los estudios de su hija, que acaba de empezar la carrera de Ciencias Empresariales en la Universidad de Barcelona. "Los alquileres allí son mucho más caros que en Granada, pero además hay que darle algo de dinero para que salga y se divierta. Para eso es jóven, ¿no?".

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"Hemos aprovechado la oportunidad que nos dieron"

La posición social a la que ha llegado Ramón se parece a la de cualquier ciudadano de clase media que, como todos, tiene que hacer frente a sus cargas familiares. La diferencia es que para él, alcanzarla ha sido mucho más difícil. De los 42 años que tiene, 26 los ha pasado buscándose la vida para conseguir legal o ilegalmente el dinero para comprar heroína. Reunido lo suficiente, al polígono del Almanjáyar a pillar y pincharse. Luego, de vuelta al trapicheo.

Lo que sacó a Ramón de ese círculo vicioso, fue el ensayo andaluz que durante nueve meses le suministró esa sustancia bajo control médico. Desde que se terminó hace ahora un año, otros 26 pacientes de ese programa siguen recibiendo cada día su medicamento en el centro de dispensación del hospital de Traumatología de Granada como tratamiento compasivo. En principio eran 31 los que se ganaron el derecho a la droga legal, pero cuatro han sido expulsados por incumplir las normas de los nuevos gestores del centro (la Fundación Andaluza de Ayuda a la Drogadicción, FADA). Algunos, como Ramón, han encontrado trabajo. Otros hacen cursos para intentar aprender algo que les permita ganarse la vida, pero ninguno ha vuelto a las andadas ni ha delinquido.

"En la época mala no podía trabajar porque ni siquiera comía", prosigue Ramón. "Ahora, sin embargo, se me va de la cabeza todo el tema y ni siquiera me acuerdo de la droga. Cuando voy al hospital tengo la sensación de ser un paciente normal. Como si fuera a una sesión de diálisis o algo así", añade el adicto, que consigue pasar algunos días sin tomarla. "A veces tengo que viajar a pueblos por trabajo y tres o cuatro veces al año voy a Barcelona a ver a mi hija", prosigue. "Lo que hago es pedir por adelantado la metadona y con eso tengo suficiente durante esos días", afirma.

"Han mejorado tanto que muchos me han dicho que quieren dejar de pincharse", explica Joan Carles March, científico principal del Pepsa que, desde que acabó el ensayo, sigue su evolución. "Nos han planteado la posibilidad de tomar su medicamento de forma oral, lo que supone un paso más en su reintegración", añade el investigador que, desde que terminó su trabajo, intenta convencer al Ministerio de Sanidad -por el momento sin éxito- para que considere la heroína un tratamiento válido para los pacientes de larga adicción.

Una de las conclusiones del ensayo clínco de dispensación de heroína, fue la importancia de la atención psicosocial, laboral y jurídica que los pacientes recibieron. Los que durante el experimento sólo tomaron metadona, también mejoraron mucho su calidad de vida gracias a esos servicios. Pero un año después ya no hay trabajadores sociales, psicólogos o abogados que les busquen trabajo, les ayuden a conseguir pensiones, ayudas o cursos, o les defiendan correctamente en sus cuentas pendientes con la Justicia.

Para contrarrestar esas desventajas, los participantes han fundado una ONG. La asociación de usuarios de heroína Ser Solidarios, que se reune cada mes en la Escuela Andaluza de Salud Pública (organismo que organizó el ensayo), trata de cubir las necesidades sociales de los adictos. A través de ese foro, que preside Miguel, otro de los adictos, dan información sobre su experiencia a otras ONG y canalizan sus necesidades. "De estar prácticamente excluidos hemos pasado a tener una vida normal", explica el presidente. "Por nuestra experiencia sabemos que la dispensación de heroína debería extenderse a mucha más gente que sigue siendo esclava de la droga. Ahora sabemos que somos enfermos recuperables, pero nos sentimos un poco abandonados", añade.

Gracias a la asociación, Rosino, otro paciente, trabaja como pintor en la empresa de Ramón. Miguel Ángel y otros compañeros se ganan su sueldo como encuestadores en un proyecto sobre tratamiento y prevención del sida financiado por la consejería de Salud. Richard hace un curso de voluntariado en la asociación Hogar 20 de lucha contra la marginación social. Ahora sus reivindicaciones son mucho más pedestres. Quieren que alguien les ayude a arreglar sus dentaduras, uno de los pocos rasgos físicos que recuerdan que un día fueron yonquis.

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