La historia de una venganza
Montero Glez explora el submundo del narcotráfico en la novela 'Manteca colorá'
Un hombre rancio y machista pero con el corazón de oro. Una mujer que devuelve hogueras por mirada. Un coronel jubilado dueño del Estrecho. Unos secuaces capaces de quemar un orfanato para darse lumbre. Un pueblo iluminado como un belén navideño. Unas polillas buscando la luna confundidas en el rastreo por la luz de los faroles. Y, por encima de todo, la historia de una venganza. Los ingredientes de Manteca colorá (Taller de Mario Muchnik), la tercera novela de Montero Glez (Madrid, 1965), se agitan a ritmo de Camarón con toda la acción de los relatos de Silver Kane, con toda la crudeza de un actualizado ruedo ibérico valleinclanesco, con todas las onomatopeyas que caben en un tebeo de Torpedo.
"Tenía ganas de escribirla", explica el autor. Desde que le impactó un final de venganza en una de las historias gráficas que protagonizaba el rostro enjuto y desafiante de Luca Torelli en los guiones de Sánchez Abulí y dibujos de Bernet en Torpedo. Se ha quedado con el desagravio como idea principal de su novela y le ha añadido el trepidante ritmo de las colecciones de narrativa popular de Francisco González Ledesma, bajo el alias de Silver Kane. "Me apetecía hacer algo crudo, con pocos personajes y mucho ruido". Eso es Manteca colorá.
Cargamento de hachís
El argumento se centra en el submundo del narcotráfico. El Roque, que acaba de salir de prisión, acepta la oferta de un poderoso militar retirado para alijar un cargamento de hachís. Tiene experiencia en el mar y escasa ambición para ganarse la vida de otra forma. No tarda en descubrir que la misión es un engaño y que quieren echarle un muerto que no es suyo. Así que jura venganza y llevarse al responsable "al cortijo de los callaos".
El protagonista es, según su autor, un hombre "rancio y machista". Recuerda al Charolito, el personaje principal de su primera novela, Sed de champán, aunque Montero Glez reconoce que El Roque es más plano. Añade que tiene el corazón de oro porque es capaz de amar a La Sole, "la que devuelve hogueras por miradas", con la que protagoniza abruptas escenas de sexo, en las que el escritor destaca por el arrebato descriptivo. La manteca colorá del título es también un esforzado juego erótico que Glez confiesa no haberse inventado. "Me lo contaron. No tengo tanta imaginación".
El hombre que levanta las iras de El Roque es el coronel Peralta, amo del negocio de la droga en el Estrecho. Se ha ganado el respeto a fuerza de su cartera, tiene problemas de próstata a los que busca solución en los bares y un afán casi religioso por respetar hasta el final a los hombres a los que va a matar. El autor reconoce en este personaje la influencia del esperpento. "Valle-Inclán lo popularizó pero es algo que pertenece a la cultura ibérica".
Glez sitúa la acción en Conil. "Un brochazo blanco sobre la playa" durante el día. "Un belén navideño en tiempos de Augusto durante la noche", según describe en la novela. "Es el pueblo más literario de Cádiz porque hasta los estancos están de guardia". El escritor justifica así el haberse inclinado por este municipio, donde se ha apropiado de escenarios reales: los bares y burdeles. También sus carteles anunciadores. "Un sitio diferente para relajar cuerpo y mente".
Asegura el autor que ha querido ceñirse a la trama desnuda de la venganza y la persecución, sin apenas digresiones, aunque con concesiones a lo lírico, como la referencia a las polillas que vuelan confundidas. "Los personajes son como ellas. Les ciegan unos faroles cuando lo que buscan es la luna".
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