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Reportaje:

Un viaje a la música asiática

El Museo Étnico de la Música de Altea incorpora una colección de instrumentos del sureste asiàtico

El sundatang es un instrumento musical realizado con bambú que tiene sus cuerdas de la misma caña. Su sonido es plácido y sensual. Se utiliza en celebraciones y actos religiosos. Desde el centro del sureste asiático acaban de recalar en Altea una colección integrada por una veintena instrumentos musicales que ha donado el gobierno de Malasia, a través del embajador en España, Dato Yusof, que servirán para ampliar la colección de Carlos Blanco.

En los bajos del Palau de les Arts de Altea se exhibe una pequeña muestra de esta colección integrada por 2.500 piezas, procedentes de 145 países diferentes de los cinco continentes. A partir de la próxima semana, cuando el embajador acuda a Altea, para formalizar esta donación, la colección original procedente de Malasia "dará un valor añadido al Museo Étnico de la Música", explica su responsable, Carlos Blanco, al tiempo que muestra uno de los instrumentos más antiguos, un canang-ibú, de unos 400 o 500 años de antigüedad, utilizado en las representaciones de títereres y algunas ceremonias para avisar al personal. Un tambor de grandes dimensiones, realizado de bambú y fibras vegetales, es típipo de las tribus rurales. Un sapeh es una guitarra de finas cuerdas que se usaba en la celebración de las cosechas y en los rituales agrarios.

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Carlos Blanco muestra con pasión estos nuevos instrumentos musicales, algunos sencillos, como un par de conchas de caracoles que al chocar entre ellas suenan como unas éxoticas maracas, pero también hay otros instrumentos complejos como el sumpotan, un órgano de boca que suena, al revés de los demás, cuando el músico tapa sus agujeros. "Esta donación demuestra el interés del gobierno malasio por la cultura", explica Carlos Blanco, que destaca el potencial económico de este país, un conglomerado de culturas y étnias (malayos, chinos, indios, y otras minorías culturales). La mayoría de la población es musulmana, pero también hay budistas, taoístas, confuccionistas, cristianos e hindúes.

Carlos Blanco hace más de cuarenta años que empezó a interesarse por la música. "Desde pequeño, y muy pronto empecé a coleccionar", cuenta. Ahora tiene una de las exposiciones más importantes de Europa, que cada mes reclama la atención de un millar de personas que se acercan a Altea para visitar esta personal muestra. "No es un museo al uso", explica Blanco, "primero muestro mi teoría sobre la creación de la música, y sigo mis propios criterios". Para este experto con unas piedras y otros utensilios se puede reproducir la música que hace un millón de años escucharían nuestros ancestros. Lo más característico de este museo es que se agrupa por temática, continentes, culturas o agrupaciones musicales, y no por sus características (aerófonos, idrófonos, membranófonos, cordófonos).

Tras muchos años de viajes y numerosas investigaciones, y gracias su pasión y dedicación, Carlos Blanco ha descubierto, por ejemplo, que una pequeña guitarra ha pasado de un continente a otro, y de una civilización a otra a lo largo de los siglos. Así, por ejemplo, en Marruecos tocan el rabab, un instrumento muy similar al rebab de Afganistán, que en Paraguay llaman ravé y en España rabel. "Suponemos que la ruta de la seda actuaría como elemento difusor de determinados intrumentos", apunta Blanco.

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