Vuelve el genial McEnroe
A sus 46 años, el tenista estadounidense disputará pruebas de dobles, junto a Bjorkman, y asegura que quiere ganar y salvar esta modalidad
John McEnroe volverá a enarbolar la bandera del tenis. Nunca la ha abandonado, pero a sus 46 años -cumplirá 47 el próximo mes de febrero- ha decidido regresar al circuito profesional y convertirse en estandarte de las pruebas de dobles, tan olvidadas por los aficionados y en peligro de muerte por las estrecheces económicas de los torneos. McEnroe abandonó el tenis profesional en 1992, justo después de ganar su quinto título de dobles de Wimbledon, pero se fue con la sensación de que tenía nivel para seguir jugando. Ahora, cuando ya nadie contaba con él, anuncia que en febrero disputará la prueba de dobles del torneo de San José, en California, junto al sueco Jonas Bjorkman, de 33 años, uno de los mejores doblistas del mundo.
"No vuelvo sólo para divertirme", afirma un McEnroe que parece dispuesto a revivir algunas de las batallas verbales con los árbitros que le convirtieron en un personaje tan singular. "Tanto Jonas [Bjorkman] como yo vamos a San José para ganar. Y creo que mi vuelta será buena para el tenis".
Algunos pueden no estar de acuerdo. Pero lo cierto es que la presencia de McEnroe va a revitalizar un circuito mediatizado por los grandes sacadores y pegadores, donde lo que más interesa ahora es la batalla por el liderato mundial que mantienen el suizo Roger Federer y el español Rafael Nadal. "Hablar de McEnroe es hacerlo de una de las personalidades más destacadas de la historia del deporte mundial", asegura Bill Rapp, director del torneo de San José. "Volver a tener a John en nuestro torneo será emocionante". McEnroe ganó ocho veces los dobles en San José, la última, en 1988.
Sigue siendo una incógnita saber el estado físico y tenístico en que regresará este genial jugador. Sin embargo, es evidente que los dobles es la prueba menos exigente y la más asumible para alguien de su edad. Su personalidad, sus genialidades, su toque, todo esto no puede haber desaparecido. Y tampoco su genio.
Como jugador marcó una época en la que brillaban estrellas tan potentes como las de Jimmy Connors, Bjorn Borg o Ivan Lendl. No era fácil destacar en aquel contexto para un hombre que lo basaba todo en su inspiración y que no estaba excesivamente preocupado por su físico. McEnroe era otra clase de jugador: un saque desbordante, una volea demoledora, un resto corto, seco, de instinto y unos golpes de fondo demasiado poco consistentes como para ganar en Roland Garros.
Fue el más admirado desde que llegó al circuito a finales de los setenta. Y en menos de una década ascendió a los altares con sus cuatro victorias en el Open de Estados Unidos y sus cinco finales consecutivas en Wimbledon, donde ganó tres veces. Sus finales con Borg, aquellos inacabables desempates, marcaron la historia. Llegó al liderato mundial en marzo de 1980 y ahí se mantuvo desde 1981 hasta 1984. En total ganó 77 títulos individuales y otros 77 de dobles.
Y cuando decidió retirarse en 1992, nunca dejó colgada la raqueta. Entró en el circuito senior y siguió compitiendo con sus rivales de siempre. Y se convirtió rápidamente en uno de los mejores comentaristas de tenis de la televisión estadounidense. Fue capitán de Copa Davis y cuando dirigió al equipo estadounidense en España en las semifinales de 2000, en Santander, tenía la impresión de ser mucho mejor tenista que todos sus jugadores -Martin, Gambill, Woodruff y Spadea-. Hasta el punto de que llegó a plantear al equipo disputar el partido de dobles. Entonces, Todd Martin le frenó. "Si juegas el doble", le dijo, "cojo las maletas y regreso a mi casa".
Ahora, McEnroe se siente capaz. Cree que con un compañero del nivel de Bjorkman puede dar la campanada en San José y seguir jugando en dobles, como ha hecho Martina Navratilova, ya con 49 años. Pero hay que comprobar si todo eso es sólo una alucinación de su ególatra mentalidad o una posibilidad real.
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