Noche de ciencia
Los documentales de La 2 son, desde hace años y con una montaña de chascarrillos a cuestas, el ejemplo tópico de la televisión cultural. Esa que dice ver todo el mundo y, según los audímetros, tiene un share de pena. TVE, el miércoles, pone el documental por la noche y en La Primera. Si tienen aguante, a lo mejor demuestran aquella vieja teoría de que la audiencia ve lo que ve porque no le dan otra cosa. La prueba vale la pena, aunque, parece ser, el documental de la noche de estreno no es de los mejores que tienen en cartera. Veremos.
El programa trató de la química de la seducción entre un hombre y una mujer, de la nanotecnología que hay en la fecundación natural y del crecimiento del feto. En esas dos horas largas hubo de todo. Sobraron chistes y picardías. Lo más atractivo: ver las impensables estrategias que tienen montadas los científicos en sus laboratorios para rastrear oxitocina en el beso o lograr imágenes inéditas del coito, gracias a la impagable colaboración de unas parejas que logran practicarlo... en un estrecho túnel de resonancia magnética. El documental mostró de manera comprensible parte de la mensajería hormonal que nos sustenta. Con todo, en algunos tests que se enseñaron era difícil descubrir la sensatez del empeño y su respaldo empírico: por ejemplo, la supuesta reacción a la belleza de los bebés ante un repertorio de rostros fotografiados. Algunos se enfadarán porque el documental, tratando del flechazo, no dio un triste resquicio a la lírica. No negó que existiera, simplemente se centró en otros ayudantes químicos del amor que apenas tienen prensa. Seguramente fue casualidad, pero el jueves hubo redoble científico en otras esquinas. Eduard Punset también teorizó, invitado por Buenafuente (Antena 3), sobre las descargas hormonales y añadió al temario de esta noche tan científica apuntes sobre la felicidad y la fornicación de la rata marsupial. A la tele le queda un interminable repertorio de temas científicos para tratar.
Otrosí. La imagen del día en todas las televisiones fue el accidente del helicóptero en Móstoles. Un excelente testimonio de, por fortuna, una noticia que no fue tan grave como podía haber sido.
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