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Columna
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Coyunturalidad

A los partidos, aunque a menudo digan que las encuestas les traen sin cuidado, les obsesionan, y siempre encuentran a alguien que mitigue la brutalidad de los números, o que avise de que las certezas son siempre relativas y que es al pie de la urna donde finalmente se cuentan las verdades. Pero la verdad es que todos ellos saben que de las encuestas lo que les interesa es si les dan ganadores o perdedores.

Y debido a noticias y sobresaltos sobre encuestas electorales anda estos días revuelta la parroquia, porque después de unos cuantos meses de controversias sobre asuntos que conciernen a iniciativas del gobierno estatal, los números globales empiezan a denotar algo que no parece corriente cuando un gobierno lleva algo más de año y medio gobernando. En efecto, eso hubiera sido algo impensable para el gobierno de González en 1984, o para el de Aznar en 1998. Sin embargo, es lo que hay para el de Rodríguez en estos momentos, pues la ventaja que consiguió en las elecciones de marzo de 2004 está prácticamente amortizada si se cruzan con tiento las diferentes encuestas que se han venido publicando en las últimas semanas.

El resumen de esto es que de celebrarse elecciones generales en estos momentos, las ganaría el PP, es decir, que aventajaría en al menos doce diputados al PSOE, aunque sus votos fuesen suavemente inferiores a los de los socialistas, que tampoco parece una hipótesis probable.

Los más displicentes con estos números atribuyen el achicamiento entre la distancia en intención de voto de los dos primeros partidos a cuestiones coyunturales fácilmente superables a medida que vaya transcurriendo la legislatura, un poco desconocedores de que cuando a tan corta distancia de los comicios ya se ha perdido la ventaja de un modo paulatino, el descenso no puede atribuirse a detalles coyunturales sólo, y que una lectura frívola de la serie de porcentajes de intención de voto a ambos partidos desde el día siguiente de las elecciones de marzo de 2004 va mostrando, por una parte, dientes de sierra en la curva de distancia atribuibles a lo coyuntural, pero, por otra, una tendencia a la aproximación de porcentajes que está a punto de llegar al cruce.

Si venimos a la CV, y siguiéramos la tónica de las interpretaciones incrédulas conectadas con la percepción de que los datos valencianos también deben considerarse proyecciones de la coyunturalidad, deberíamos entender que la división del partido gubernamental (el PP), su política de victimismo a propósito del agua, y algunos datos que desde hace mucho tiempo parece que hacen albergar en sus oponentes la explosión de un aquelarre de corrupciones que darán al traste con su crédito, habrían de estar proyectando dientes de sierra de coyunturalidad en una curva que acercaría cada vez más al PSPV al PP en intención de voto.

Pero la realidad es muy otra. Por incomprensible que resulte para los analistas de la coyunturalidad como toda explicación, en el caso valenciano esta ni siquiera operaría en beneficio de la oposición, pues de lo que se desprende de encuestas aireadas en las últimas semanas, la diferencia entre el PP y el PSPV se agranda -¡a pesar de la coyunturalidad!-, y lo que era ya un dato fijo y como petrificado, es decir, la diferencia de veinte puntos en el conjunto de las tres capitales de provincia valencianas, debe de haber crecido, pues no de otro modo se entiende, que la diferencia tradicional de 10 puntos en el conjunto de la CV, haya aumentado ahora en 7 puntos más.

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