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El ejemplo italiano

Las reformas constitucionales recién aprobadas en Italia pueden ser una buena referencia para las que se hallan en curso en España. Los temas implicados en aquéllas son los nuestros: el multipartidismo, la influencia de los partidos regionales, la división de poderes territorial y el Senado federal.

El embrollo italiano empezó hace una docena de años, cuando se estableció un sistema electoral mixto, por el que la mayor parte de los diputados y senadores han sido elegidos en distritos uninominales. Los resultados, en tres elecciones, han sido pésimos: no ha disminuido el número de partidos, pero se ha polarizado la confrontación política, de modo que las alternancias en el Gobierno han dependido de si algún pequeño partido entraba o salía de alguna de las dos grandes coaliciones enfrentadas. Durante un tiempo, algunos propusieron eliminar del todo la representación proporcional, en la expectativa de que así se formarían sólo dos grandes partidos, al tiempo que se canalizaría el pluralismo político hacia los territorios mediante una reforma de tipo federal. Ésta fue la tentativa de los gobiernos de centro-izquierda de finales de los noventa: una de cal y otra de arena. Pero al final, el Gobierno presidido por Berlusconi ha llevado a cabo las dos reformas: proporcionalidad electoral y federalismo territorial, ambas a favor del pluralismo.

El nuevo sistema electoral, que entrará en vigor el próximo mes de abril, restablece la representación proporcional, pero da un premio de mayoría de escaños a la coalición más votada, aunque esté formada por partidos que concurran a las elecciones con listas separadas, siempre que apoyen a un mismo candidato a primer ministro. Este cambio ha cancelado los intentos de construir un gran partido único de centro-derecha, al que Berlusconi llamaba "el partido de los moderados", así como los de convertir la coalición de centro-izquierda llamada Olivo en un partido. Se mantendrá, pues, el multipartidismo, pero se favorecerá la cohesión de las coaliciones electorales y de gobierno, reforzada también por un mayor papel del primer ministro (en detrimento del presidente de la República), que lo acerca a las fórmulas de otros regímenes parlamentarios europeos.

Las nuevas reglas electorales permitirían reconstruir el centro político, al que aspiran muy visiblemente tanto la Unión de los Democratacristianos de Centro (UDC), que ha estado alineada en la coalición de centro-derecha, como la Margarita (oficialmente llamado Democracia y Libertad), que ha apoyado hasta ahora la coalición de centro-izquierda. Si en vez de dos se formaran tres bloques multipartidistas, el centro podría obtener el premio de mayoría y gobernar. No es previsible que esto suceda en los meses inmediatos, pero se planteará después de las elecciones, según el apoyo obtenido por cada uno de los partidos en cada coalición.

La segunda reforma, la federalización de la República, consiste básicamente en dar competencias exclusivas a las regiones, con el nombre anglófilo de devoluzione, especialmente en sanidad, escuela y policía, y establece el principio de subsidiariedad a favor de los niveles inferiores de gobierno. La mayor nitidez de la división de poderes entre el Gobierno central y los regionales, que comporta una reducción de los poderes compartidos y la confusión de jurisdicciones, está en la misma línea de la reciente reforma constitucional suiza, la reforma acordada por el nuevo Gobierno de gran coalición en Alemania y la propuesta de Estatuto de Cataluña. Italia ha adoptado también una racionalización de las finanzas inspirada en el llamado federalismo fiscal, asimismo basado en una división más límpida de recursos financieros.

La conexión entre la reforma electoral y la federal es muy estrecha. De hecho, el premio electoral de mayoría se dará a toda coalición regional que sea la más votada en su ámbito, favoreciendo, pues, la autonomía regional de los partidos para buscar socios apropiados. Por su parte, el nuevo Senado federal será elegido simultáneamente a los consejos regionales, de modo que esté compuesto por los partidos de gobierno en estos ámbitos, tendrá poder legislativo en los temas que sean competencia de las regiones y nombrará la mitad de los miembros del Tribunal Constitucional.

Las reformas italianas no sólo sugieren soluciones prácticas y efectivas para España; también han reproducido buena parte de la retórica que aquí nos asalta cotidianamente, aunque ciertamente con mayor fineza. La reforma constitucional italiana sustituye la expresión "unidad nacional" por "unidad federal de la República", lo que ha llevado a la oposición, en este caso de izquierdas, a denunciarla como un "atentado a la unidad nacional" y "la venta de la idea de nación por un plato de lentejas políticas". Por supuesto, la oposición denuncia "el chantaje" de la Liga Norte al principal partido del Gobierno, Forza Italia. Incluso los otros socios del Gobierno, la UDC y la derechista Alianza Nacional, han perdido algunos de sus líderes en la movida. El líder liguista Umberto Bossi, sin embargo, ha declarado solemnemente que, con estas reformas, queda archivado su anterior proyecto de "secesión".

Algunas de las reformas constitucionales italianas ahora aprobadas podrían ponerse en cuestión según cual sea el resultado de las elecciones en primavera y el posterior referéndum de confirmación. Pero, como las propuestas en España, muestran la tendencia general hacia un mayor pluralismo político y territorial que desde hace años se desarrolla en todos los grandes Estados de Europa. Los crecientes lazos transfronterizos dentro de la Unión Europea favorecen el autogobierno de las regiones y pequeñas naciones. Incluso en Francia y Gran Bretaña -modelos históricos de Estado nacional unitario- crece la descentralización territorial. En toda Europa, el federalismo y la descentralización de los Estados no comportan fórmulas homogéneas, sino una mayor diversificación política y territorial.

Josep M. Colomer es profesor de investigación del CSIC y la UPF.

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