Hay vida después de Platero
Platero y yo me dejó curada de espanto para la prosa poética". Elena Medel (Córdoba, 1985), la poeta joven con mayor proyección en los últimos años, resume el sentimiento de varias generaciones obligadas a memorizar el libro más popular de Juan Ramón Jiménez. "Una profesora usó a Platero para ahuyentarme de la poesía". Finalmente, la escritora cordobesa entró al universo del poeta de Moguer por 'Espacio', un poema oceánico incluido en En el otro costado (1942) y que pone de acuerdo a todos los lectores. La autora de Mi primer bikini (DVD) avisa, no obstante, de que tampoco 'Espacio' -una cumbre en la que a veces se pierde pie y falta el oxígeno- es la mejor entrada a Juan Ramón Jiménez: "Si se lo impones a un chaval pide inmediatamente el pase a la Formación Profesional". ¿Por dónde empezar entonces? Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) suele recordar la fascinación que le produjo el Juan Ramón primero, el más impresionista: "Juan Ramón consiguió algo muy difícil: la voz adolescente. Se ha dado muy pocas veces porque exige un mundo y un tono muy propios de la adolescencia y, al tiempo, una fuerte personalidad expresiva". Brines no es el único devoto de JRJ en una generación, la de los años cincuenta, cuya relación con el premio Nobel de 1956 pareció marcada durante años por la opinión de Jaime Gil de Biedma. Pocas veces un folio y medio habrán dado tanto que hablar. Poeta menor, monótono y sin sentido de la composición son algunos de los calificativos que el escritor barcelonés dedicó en un artículo al autor de Arias tristes. Todo ello antes de cerrar el envite con una fórmula repetida hasta la saciedad en la que, en virtud de los ataques que el propio JRJ dedicó a Lorca o Neruda, lo califica de "melendrín, mezquino y malicioso señorito de casino de pueblo de Huelva". El juicio de Gil de Biedma resume un espíritu de posguerra y compromiso en el que los manuales han querido ver el derrocamiento del simbolismo y la reivindicación de un realismo de estirpe machadiana. Sea como fuere, los poetas españoles siempre han tenido una relación ambivalente con el autor más influyente de la poesía española. De sus discípulos más directos, la generación del 27, hasta hoy mismo. Nunca un poeta incontestable fue tan contestado. No obstante, Luis García Montero (Granada, 1958) quita hierro: "Las declaraciones de los poetas son muchas veces excesivas. Lo fue Jaime con Juan Ramón, pero también lo había sido él con Salinas. No es más que una llamada de atención que busca compensar la hegemonía de un poeta. Le pasó a Juan Ramón, pero también le pasó a Machado cuando algunos lo llamaban despectivamente maestro de escuela". Aun así, no todo el grupo de los cincuenta suscribía la opinión de Gil de Biedma. Ahí están el propio Brines, Valente, Caballero Bonald o María Victoria Atencia (Málaga, 1931). La autora malagueña, que publica estos días un nuevo libro, De pérdidas y adioses (Pre-Textos), es rotunda: "Para mí ha sido el maestro, libro de consulta, libro de texto, todo".
"Puso al día el Barroco, el Modernismo y la mística. Y todo lo hizo él solo", sostiene González Iglesias
Juan Ramón Jiménez murió en Puerto Rico en 1958. El diálogo desde entonces ha sido con su obra. Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas de Gran Canaria, 1952) afirma que fue su generación -la de los novísimos de los setenta- la que retomó la lectura del poeta andaluz. No es, pues, casual que la antología actualmente más accesible de su obra se deba a Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946), que cierra su prólogo reivindicando a un autor que hizo suya "la misión del poeta verdadero: traer la palabra nueva". Robayna, por su parte, no duda en señalarlo como el padre de la moderna poesía española: "Incorporó las grandes lecciones de la vanguardia y de la mística". Como subraya el escritor canario: "Mientras todos se adaptaban a los tiempos, él se adaptaba a sí mismo". Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964) abunda en el carácter individual de JRJ en medio de un "siglo gregario": "En eso le benefició discutir con todo el mundo. Quedó fuera de ese vicio de las generaciones". Autor de libros fundamentales de la poesía reciente como Esto es mi cuerpo (Visor), González Iglesias sostiene que Jiménez puso al día el Barroco, el Modernismo y, de nuevo, la mística. "Y todo lo hizo él solo. Es titánico. Si se piensa, da un poco de pena: magnífico y solitario". Vicente Valero (Ibiza, 1963), que en 1994 publicó en Tusquets una edición de La estación total, insiste en que dentro de la tradición española "JRJ es una isla que conecta con otras islas como San Juan de la Cruz". La conexión con la mística es uno de los aspectos que también destaca Vicente Gallego (Valencia, 1963), que estrena libro, Cantar de ciego (Visor). Para Gallego, el primer Juan Ramón es deslumbrante, pero es el del exilio el más hondo: "Va más allá de la metafísica. Por momentos es un místico abierto a un estado de gozo absoluto, como Lao-Tse o el maestro Eckhart".
La publicación en 1999 de Lírica
de una Atlántida, que reúne los cuatro últimos libros de JRJ, supuso el redescubrimiento de ese poeta extremo. Vicente Valero señala, no obstante, Diario de un poeta recién casado, escrito en 1916 como "el libro con el que empieza el siglo XX. Se puede explicar toda la poesía española de ese siglo tomándolo como semillero. Ahí está todo: el realismo, el surrealismo, la metafísica...". Y concluye: "Llevó la poesía pura hasta sus últimas consecuencias". Autora de una lírica basada en la depuración, Ada Salas (Cáceres, 1965) ha publicado este año Alguien ahí (Hiperión), unas notas sobre escritura que contenían una visión nada complaciente de JRJ. Salas señala ahora la contradicción de que alguien que defendió que la causa de la poesía era una causa extrema, "muchas veces hablara por hablar". Contra la opinión general, señala que la aparición de Lírica de una Atlántida "le hizo un flaco favor. Sobra mucho Juan Ramón. No me extraña que hiciera antologías de su obra. Eso sí, el mejor Juan Ramón es estupendo". ¿Y cuál es el mejor? De nuevo, el de 'Espacio': "De lo mejor de la poesía europea". En eso coincide también el poeta y traductor Jordi Doce (Gijón, 1967), que tiene muy reciente Imán y desafío (Península), un ensayo sobre la presencia del romanticismo en autores como Unamuno, Machado o Juan Ramón Jiménez. Doce recuerda que para entender la importancia de éste hay que pensar en el impacto modernizador que tuvo para la literatura española del siglo XX. Dicho esto, y "dentro de la admiración", Jordi Doce coincide en que "no fue todo lo autocrítico que tenía que haber sido".
Juan Ramón Jiménez sigue, en fin, siendo tan difícil de acotar como su obra. Alfonso Alegre, editor de Lírica de una Atlántida, reconoce que no habrá obras completas de JRJ mientras no se digitalice el archivo del poeta, guardado en Puerto Rico. Sesenta mil documentos, varias versiones de un mismo texto y varios textos en un mismo papel aguardan. Por ahora, Alegre culmina la edición del epistolario juanramoniano, que publicará la Residencia de Estudiantes. El primero de tres volúmenes aparecerá la próxima primavera con 350 cartas. El resto no tiene fecha. Como casi todo lo relacionado con un poeta escurridizo y más interesado por explorar que por innovar, "original, indefinible e inseguible". Así ve a JRJ Tomás Segovia (Valencia, 1927), niño del exilio republicano en México que acaba de publicar la colección de ensayos Recobrar el sentido (Trotta). Allí escribe: "Tal vez es el honor de Juan Ramón Jiménez que siga silenciado, porque es en silencio como mejor podemos aprender la lección no repetible, no adoctrinable, no instituible de su poesía".
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