El músico que ríe
Desde la primera pieza, una versión libre del popular Birdland, quedó expuesta la filiación de Bona: la polirritmia, el sonido de los teclados, el bajo carnoso del legendario grupo de Zawinul y Shorter. La referencia de Weather report no es caprichosa porque el camerunés ha estado tocando con el viejo Josef y, de joven, se empapó de las grabaciones de Jaco Pastorius.
Bona es uno de esos superdotados que corren el riesgo de despistarse con los prodigios técnicos. Toca y canta con pasmosa facilidad. Y lo hace con un bajo de cinco cuerdas que le conviene más a su falsete. Hay un Bona tierno y delicado cuando se centra en esas canciones suyas de raíces africanas que tienen algo de maravillosamente infantil; y un Bona marcado por los ritmos del funk, el jazz rock o el Caribe.
Richard Bona
Richard Bona (bajo eléctrico y voz), Aaron Heick (saxos), Etienne Stadwijk (teclados), Ernesto Simpson (batería), Samuel Torres (percusión) y Elizeu Barbosa (guitarra eléctrica). X Festival Internacional de Jazz Ciudad Lineal. Centro Cultural San Juan Bautista. Madrid, 12 de noviembre.
A Bona le gusta que la gente se ría y baile. Su filosofía es que tocas como vives. Y la música -también el jazz, antes de que se intelectualizara, alejándose de sus orígenes- es una celebración. Además, es un showman simpático. Lo demostró durante más de dos horas en las que deleitó con su repertorio de habilidades cómicas entre Bobby McFerrin, Louis Armstrong y Bill Cosby. Estuvo ocurrente en la presentación de su cosmopolita banda: un saxofonista de Seattle, un teclista de Rotterdam, un batería de La Habana, un percusionista de Bogotá y un guitarrista de Río de Janeiro. Y entusiasmó al público, aunque algunos críticos de jazz no le tengan precisamente en su santoral.
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