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Crónica:TENIS | Masters de Shanghai
Crónica
Texto informativo con interpretación

Federer despierta a tiempo ante Nalbandian

Descarado y atrevido, David Nalbandian pretendió hurgar en la herida del campeón, Roger Federer. El argentino sabía que el número uno mundial sufrió el 11 de octubre una distensión de los ligamentos del tobillo derecho. Pero, cuando parecía inevitable la caída del suizo en la jornada inaugural del Masters, en Shanghai; cuando Nalbandian presumía de saber el camino de la victoria, apareció la mejor versión de Federer. Falto de tacto como estaba, de servicios directos, e incapaz de llevar la iniciativa, tiró de orgullo y pundonor. Eso y no perder nunca la confianza en sí mismo, propició su renacer. Y Federer, al final, ganó. Como siempre.

No tuvo demasiados problemas Federer en el primer set: 6-3. Un break fue suficiente. Quizá Nalbandian, que pisaba por primera vez la moqueta de la pista Qi Zhong, se amedrentó por tener al mejor tenista al otro lado de la red. En la segunda manga, sin embargo, Nalbandian perdió el respeto que antes había tributado a su rival. Entonces decidió arriesgarse en los restos. Sus golpes encontraron la línea de fondo y movió de lado a lado a Federer. Ante los reveses cortados, stop-volleys y subidas del helvético, el suramericano respondió con sucesivos passing-shots y logró dos breaks: 2-6. Pareció incluso que la malla se rebajaba un par de centímetros para materializar sus lanzamientos imposibles. En el tercer set, el definitivo, el guión de la remontada parecía visto para sentencia; Nalbandian rompió el servicio a Federer y se puso 1-3. Federer, enrabietado por no tener el control, despertó. Utilizó su amplio repertorio de golpes y consiguió que el rival nunca adivinara la trayectoria del próximo. Sumó cuatro juegos seguidos, se tomó un descanso en el penúltimo y sentenció: 6-4.

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Con la fe de la señora Douglas

El croata Iván Ljubicic derrotó sin paliativos (6-2 y 6-3) al argentino Guillermo Coria, que, aun motivado y ansioso por reencontrarse con los títulos, nada pudo hacer ante su servicio rompedor y su fina muñeca.

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