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Columna
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Billete

UN BILLETE falso le sirvió a León Tolstói para tramar un complejo friso de personajes que protagonizan un cuento largo del mismo título, en el que todos los seres que se suceden en la narración están abrumados por la enloquecedora rueda de engaño, injusticia y crimen, que pone en circulación lo peor de sí mismos. Esta febril avalancha del mal no encuentra otro dique que la mirada de una mujer sencilla y buena, María Semionovna, que dedica su vida a ayudar a los demás, lo cual no le impide ser asesinada por un desgraciado, ante cuyo mortal ataque no se defiende, pero al que compadece antes de ser golpeada. Aproximadamente un siglo después de la publicación del cuento del escritor ruso, el cineasta francés Robert Bresson (1901-1999) rodó una película titulada El dinero (1983) en la que adaptaba la actualización de El billete falso, pero centrada casi tan sólo en la relación del pervertido criminal y su piadosa víctima, fatalmente enredados ambos en un decisivo cruce de miradas, que reflejan respectivamente la rabiosa inquietud y la serena aceptación. No hace falta casi ni decir que ésta se impone a aquélla, porque, tanto en el relato de Tolstói como en el filme de Bresson, la fuerza de una se graba en la otra, desenturbiándola, incluso cuando los ojos que irradiaban claridad ya estaban irremediablemente cerrados.

"El cine es un fluido interior", afirmaba Bresson, que empezó a trabajar en este medio durante la década de 1930 tras abandonar una primera vocación pictórica, quizá porque ésta no le permitía plasmar lo que pasa después de que dos miradas profundas se crucen. Desde los años de 1940, Bresson, por otra parte, dejó de trabajar con actores profesionales, porque, según su criterio, sólo eran necesarios en el teatro, donde se repiten las representaciones, mientras que, en el cine, lo esencial es la frescura de lo verdaderamente espontáneo. Así ocurre en El dinero, en la que los protagonistas, la victoriosa víctima María y su vencido verdugo Yvon son "modelos" sacados de la calle, que es como decir que están extraídos directamente de la vida.

Releer El billete falso, pero, sobre todo, volver a ver su intensa reducción cinematográfica de Bresson, no sólo nos plantea la aleatoriedad del mal, sino la energía inevitable del bien, que no sólo encauza, sino que absorbe. La revisión de El dinero nos confirma, en efecto, no sólo cómo las imágenes concisas son de una perfecta y honda elocuencia silenciosa, sino la delgada línea del auténtico arte que sutura el desgarrón moral. Nulla aesthetica sine ethica: el dinero circula por el exterior, mientras que el cine, el arte, es un fluido interior. "No espero nada", afirma en cierto momento el personaje de María en la película de Bresson, pero en este mismo filme oímos decir que "tememos perder la vida porque la amamos". Y es que la purga desencadenada por un billete falso puede llevarnos a comprender en qué consiste el verdadero valor, un viaje sin vuelta.

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