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Reportaje:

'El Gran Capitán' se desploma

Un árbol bicentenario de la margen derecha del Manzanares, que estaba seco y restaurado, se cae sin provocar víctimas

"Ha esperado hasta la víspera del día de Difuntos para caer, muerto del todo". Así se expresó ayer, con pena e ironía, el artista Juan Manuel Sánchez Ríos, vecino de la calle del Comandante Fortea, sobre la margen derecha del Manzanares. Allí, la noche anterior, el gran árbol conocido como El Gran Capitán, uno de los más veteranos de Madrid, se abatió estruendosamente sobre el suelo con su base truncada.

Tenía más de tres metros de diámetro en su cruz y, pese a hallarse terciado hasta una altura de cuatro metros, llegó a tener un porte de más de 15. Desde hace tres décadas permanecía seco, se cree que a consecuencia de la grafiosis, la enfermedad letal de los olmos, pero fue mantenido en pie tras una restauración de cuatro meses de duración que ayer quedó igualmente truncada.

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"Eran las once de la noche. Estábamos cenando y de pronto, oímos un golpazo sobre el suelo", explica Carmen, una vecina de la calle del Comandante Fortea, en cuya conjunción con la de Santa Olalla se levantaba desde hace más de dos siglos este anciano olmo. "Nos asomamos a la ventana y vimos que del árbol, ya desplomado, se levantaba una nubecilla como de polvo", añade.

"Miré por la ventana y vi que El Gran Capitán había caído sobre un banco y aplastado uno de los contenedores grises de la basura que están a su vera. Y entonces me dije: ¡Menos mal que no había nadie sentado ni vertiendo allí basura en ese momento!", agrega otra vecina.

En su caída, el árbol se precipitó sobre un banco de piedra e invadió la acera, que a primera hora fue vallada por empleados del servicio municipal de limpiezas urgentes, Selur.

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Muchos vecinos se aproximaron ayer al lugar donde se alzaba el gran olmo -algunos dicen que se trataba de un almez, y otros más, que era un plátano- para contemplar la escena insólita de su abatimiento sobre el suelo, con su base cortada de cuajo y el interior de su oscuro tronco, carcomido y al aire.

"Seguro que las lluvias de los últimos días han acabado de rematarlo", reflexiona Ángel. Otro transeúnte, Evaristo, comenta: "Hace unas semanas, Auna hacía una canalización por la acera de enfrente" mientras, señala unas vallas.

Poco después de la una de la tarde de ayer, el coche de bomberos 1284, con seis hombres a bordo, se acercaba a examinar el árbol. "La verdad es que nosotros veníamos a atender el aviso de una rama que estaba a punto de caer frente al número 1 de la cercana calle de Santa Olalla", dice uno de ellos. El bombero y sus compañeros examinaron el árbol y descubren varillas interiores, un par de tambores de plancha de metal que sellan las grandes ramas terciadas del gran árbol y redecillas repletas de piedras, con las que hace dos lustros fuera restaurado su interior en una actuación que costó cuatro millones de pesetas (24.000 euros).

"Tal como estaba, no tenía salvación", comenta otro de los bomberos. Juan Manuel Sánchez Ríos, por su parte, dice: "Desde el vecindario, presenté a la Junta de Moncloa tres proyectos para conservarlo mejor, mediante una especie de vitrina diáfana y sin cristales, que le brindaría protección estructural. Otro plan", añade, "consistía en haberlo tratado con creosota y reducirlo a su tocón, para conservar éste en una vitrina parecida... Pero no se nos hizo caso", se lamenta.

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