Lúcida ternura
Canciones que hablan del día a día. Canciones sobre la vida cotidiana de cada uno, que es donde ocurre lo realmente importante. En ese terreno de las pequeñas emociones sigue moviéndose Jabier Muguruza con ayuda de escritores como Iñaki Irazu o Bernardo Atxaga.
Da pistas para cada canción: la soledad de quien está en la gran ciudad y escucha a Nina Simone en su walkman; las bromas con un amigo sobre los contestadores automáticos; el milagro del cuarto de baño o esas opiniones sobre la lluvia que varían según la edad. Irónico o traviesamente ingenuo, buscando cierta complicidad. Humor serio con el que se protege: "Opinión es lo que ya casi nadie tiene", llegó a decir. Hizo una excepción en las pinceladas para traducir entero -no sin dificultad porque para poder leer las letras de algunos libretos de discos se necesita una lupa- el poema de Atxaga Bizitza bizitza da (La vida es la vida).
Jabier Muguruza
Jabier Muguruza (voz y acordeón), Ángel Unzu (guitarra acústica) y Mireia Otzerinjauregi (voz). Ladinamo Asociación Cultural. Madrid, 28 de octubre.
Su nuevo disco, Abenduak 29 (29 de diciembre), es una maravilla con la que ha llegado a la esencia de su trabajo -resultado de una búsqueda de años-. Una obra que tiene sentido como unidad. Con esa hermosísima Maite zaitut, ez (Te quiero, no), que aporta alguna luz sobre lo que él denomina anorexia afectiva de los vascos: historia de un jubilado de la siderurgia que nunca dijo te quiero hasta que por la boda de su hija le regaló una cama construida con las piezas de hierro que había ido sustrayendo durante años.
Se ocupó también de esa chica que se pone la txapela con la ilusión de participar por primera vez en el alarde de las fiestas de Irún y que siente miedo ante las reacciones agresivas de quienes lo consideran coto de hombres. Toma partido, pero lo hace con delicadeza, ternura e inteligencia.
Jabier Muguruza ha encontrado la textura idónea junto a sus cómplices de sonidos y silencios Ángel Unzu, guitarrista con amplitud de recursos y tino para dejar espacios, y Mireia Otzerinjauregi, de medidas intervenciones.
No acude al victimismo cuando tiene que cantar para unos pocos y recurre a un poema de Jacques Prévert sobre un concierto al que nadie acudió. Cantó El doctor, letra de Alberto Manzano sobre un niño de nueve años que se está muriendo y no dice nada, para no molestar. Es muy grande este hombre. Un niño grande.
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