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Reportaje:MÚSICA

Historias de prisioneros

El Teatro Real presenta desde mañana, 30 de octubre, hasta el 15 de noviembre la última ópera de Leos Janácek, Desde la casa de los muertos, compuesta entre 1927 y 1928, y estrenada en Brno en 1930, ya fallecido el compositor. El libreto, del propio músico, está basado en la obra homónima de Fiódor Dostoievski, publicada en 1862. En ella, el autor de Crimen y castigo o Los hermanos Karamázov narra sus recuerdos de prisión en Siberia, condenado a trabajos forzados durante varios años por su participación en un acto literario prohibido en 1849. A partir de estos recuerdos, Leos Janácek compone su ópera más radical y sin concesiones, un título en gran medida coral, de protagonismo colectivo, que conserva quintaesenciados los hallazgos musicales y lingüísticos más característicos del autor de Katia Kabanova y Jenufa.

La producción que se va a ver en el Real tiene sus orígenes en el Festival de Salzburgo de 1992, donde se representó del 30 de julio al 21 de agosto en la Grosses Festspielhaus de la ciudad natal de Mozart. Era la carta de presentación del nuevo director artístico del festival, Gérard Mortier, que comenzaría así su controvertida y espectacular década al frente del "festival de los festivales". La Filarmónica de Viena se puso a las órdenes de Claudio Abbado, mientras la concepción teatral correspondió a Klaus Michael Grüber con la colaboración como escenógrafo y figurinista del pintor español Eduardo Arroyo.

En su primera temporada en la Ópera Nacional de París, Mortier ha retomado, con algunos pequeños retoques, el montaje de Grüber y Arroyo de Desde la casa de los muertos, programándolo en La Bastilla desde el 14 del pasado mayo hasta el 12 de junio en una coproducción con el Teatro Real de Madrid. Los repartos vocales y el director musical de las representaciones de París y Madrid son prácticamente idénticos. Las orquestas, en ambos casos, son las habituales de los correspondientes teatros.

La Orquesta Sinfónica de

Madrid será, pues, dirigida por Marc Albrecht, nuevo en esta plaza pero muy rodado en los circuitos centroeuropeos. La estrella vocal, al menos desde un punto de vista histórico, es José van Dam que encarnará el personaje de Alexander Petrovich, a quien se suele identificar con el mismísimo Dostoievski. Para muchos aficionados, lo que más llama la atención de esta Desde la casa de los muertos es que supone el debú en España como escenógrafo de ópera del pintor Eduardo Arroyo, ya con una trayectoria dilatada a nivel internacional en este campo, como se pudo comprobar en la exposición sobre sus escenografías que mostró el Círculo de Bellas Artes de Madrid a finales del pasado año y comienzos de éste.

La aventura operística de Arroyo, siempre de la mano de Klaus Michael Grüber, comenzó en Bremen en 1971 con Wozzeck. Cinco años más tarde diseñó los decorados para La valkiria dirigida por Solti en la Ópera Nacional de París. También en París, aunque en el teatro de Châtelet iluminó con una inmensa lámpara La cenerentola. Con Riccardo Chailly en la Ópera de Amsterdam invitó a una nueva mirada de Otello y Aida, de Verdi. Salzburgo, además de Desde la casa de los muertos, fue testigo de su personal visión de Tristan e Isolda, con Abbado de nuevo y Lorin Maazel, y, en fin, la Trienal del Ruhr acogió su singular y españolísimo Don Giovanni. Tiene pues largo recorrido operístico Eduardo Arroyo, del que está anunciado esta misma temporada un tentador Boris Godunov en La Monnaie de Bruselas con la dirección musical de Kazushi Ono.

En el acercamiento escenográfico a la última ópera de Janácek que propone Arroyo destaca la presencia de un enorme árbol sin hojas, contrapunteado por una tapia que recorta el horizonte. Un águila hace compañía a los prisioneros, vestidos en una gama variable de harapos entre el amarillo y el blanco. Las calaveras, objetos frecuentes en los trabajos escénicos del pintor, aparecen en la representación teatral y la pantomima del segundo acto. La escena no está nunca saturada. Los prisioneros tienen espacio vital para recordar sus historias del pasado. Además -buen criterio- la obra, de tres actos, se representa sin interrupción. Ello favorece la concentración para adentrarse en este título denso y diferente (una ópera en un campo de prisioneros, imagínense) pero de un extraordinario interés.

Una representación de 'Desde la casa de los muertos', con escenografía de Eduardo Arroyo.
Una representación de 'Desde la casa de los muertos', con escenografía de Eduardo Arroyo.

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