Van der Hamen completo
Bastante conocido como uno de los mejores bodegonistas españoles del Siglo de Oro, aunque también fue un notable retratista y un no menos interesante pintor de cuadros religiosos, ésta es, no obstante, la primera muestra monográfica dedicada a Juan van der Hamen y León (Madrid, 1596-1631), lo cual constituye un nuevo ejemplo de la política de exposiciones que llevan a cabo, desde hace un par de lustros, los responsables del Patrimonio Nacional. En este sentido, ha sido un acierto haber contado con William B. Jordan como comisario de la muestra, pues no en balde es uno de los grandes especialistas internacionales en la pintura española del siglo XVII y, por supuesto, en este singular pintor, de origen familiar flamenco, muy apreciado mientras vivió, aunque al morir pronto, con sólo 35 años, no pudo redondear su obra con el tramo esencial de la madurez, lo que nos priva de saber cómo habría aguantado la competencia de los genios de su generación, Ribera, Velázquez o Zurbarán. Así y con todo, la presente muestra no sólo centra su atención en su obra, sino que, algo más excepcional, ha acogido todas las facetas de su acervo creador como autor de naturalezas muertas, retratista y pintor de escenas religiosas. No es, pues, extraño que la exposición, patrocinada por la Fundación Santander Central Hispano, haya sido también requerida por el Museo Meadows de Dallas, donde recalará tras su muestra en Madrid.
JUAN VAN DER HAMEN Y LEÓN Y LA CORTE DE MADRID
Salas de Exposiciones Temporales del Palacio Real
de Madrid. Bailén, s/n. Madrid
Hasta el 22 de enero de 2006
Con tan sólo los datos que acabamos de resumir, es suficiente para suscitar el interés de nuestro público, que ya conoce la excelencia de Van der Hamen como bodegonista de primera hora, quizá el único que supo comprender la importancia excepcional de este género de Sánchez Cotán y evolucionar desde este solidísimo principio hacia otras cotas diferentes, trocando la austeridad inicial en otra manera más escenográfica, preciosista y suntuosa; más, en definitiva, "barroca". Menos popular, pero también muy apreciada, fue su contribución como retratista, sobre todo, a partir de que la Fundación de Amigos del Museo del Prado donase a la institución su soberbio Retrato de un enano, de indudable calidad y muy revelador de la estirpe flamenca de su autor. Junto a este cuadro se enseñan ahora otros, como el muy notable de Quevedo, novedosa atribución, que nos recuerda cómo, junto a los grandes pintores de su generación, Van der Hamen, artista de gran erudición, también fue contemporáneo de escritores de la categoría del citado o de Cervantes, Góngora y Lope de Vega. En cuanto a sus menos conocidos cuadros de altar, hay que decir que se han limpiado para esta ocasión, con lo que se puede apreciar mejor su esplendor, así como su, en este caso, manera más italiana. Por último, sin llegar a ahondar en los sabrosos detalles de esta iniciativa, hay que resaltar que Jordan no sólo nos presenta muchas novedades críticas y documentales, sino que ha hecho un meritorio estudio del primer tercio del siglo XVII, quizá el periodo peor conocido de esta centuria artísticamente excepcional de nuestro pasado. En suma: una exposición imprescindible para cualquier amante de la pintura española.
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