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Reportaje:

Un mundo mágico del pasado

Alejandro López Andrada recuerda la vida de los pastores cordobeses en la posguerra en 'Los años de la niebla'

El escritor Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque, Córdoba, 1957) acaba de publicar Los años de la niebla en la editorial Oberon. López Andrada se adentra en la vida áspera y llena de privaciones que llevaban los pastores en la posguerra. Los años de la niebla tiene como escenario la comarca de Los Pedroches, en el norte de Córdoba. Es imposible adscribir este libro a un género, ya que participa de todos: hay entrevistas, recuerdos del autor, historias, reflexiones, poesía... Además de una obra literaria, puede considerarse en algunas páginas un estudio antropológico. "El libro es una fusión de géneros. Caminamos hacia mestizajes de razas y culturas. Esta obra mezcla poesía, narrativa, ensayo, biografía, libro de viajes... La fusión de géneros es el camino en el que me siento más cómodo", explica López Andrada, que es autor de poemarios, novelas y ensayos. López Andrada ha obtenido varios premios (Nacional San Juan de la Cruz, Rafael Alberti, José Hierro y Ciudad de Badajoz).

Los años de la niebla es un título que tiene un doble sentido: real y metafórico. "El sentido real tiene que ver con mi infancia, en la que conocí a pastores. Eran unos inviernos largos, fríos y neblinosos. El sentido metafórico tiene que ver con la opresión de la dictadura, con el oscurantismo de la posguerra. Los pastores estaban perdidos en esa niebla de la dictadura, en la sumisión", señala.

La vida de estas personas era durísima, pero también tenía compensaciones. "Es como si se diera una paradoja. Fue una vida dura hasta el extremo de que muchos pastores a veces no tenían ni para comer. Sin embargo, tenían una relación muy buena con la naturaleza, dominaban esa naturaleza. Sacaban frutos del campo. Ponían lazos, cepos y trampas para poder sobrevivir. Un pastor me contó que cogía nidos de huevos de perdiz para hacerse una tortilla. Pero, a la vez, respetaban el medio ambiente", agrega.

Una de las cosas más violentas de aquella sociedad eran las desigualdades de clase. Era un mundo jerárquico donde cada uno ocupaba un lugar. Entre los trabajadores de los cortijos había diferencias. Por categorías, los más importantes eran los caseros, que cuidaban "la casa de los amos". Tras ellos venían los gañanes. Por debajo estaban los pastores. Y más abajo todavía, en esa trágica escalera de la pobreza, estaban los porqueros.

"Lo más terrible de la vida de los pastores era la sumisión al amo. Pero, paradójicamente, eran libres en la naturaleza, eran los reyes de la naturaleza. Dependían del amo, lo que era muy duro. Había amos despóticos y otros que tenían una buena relación con los pastores. Mis mejores amigos eran los hijos de los pastores de un tío mío", evoca López Andrada.

El autor recuerda uno de los casos de maltrato. "En una casa a un pastor le pagaron no con dinero, sino con un saco de morcillas bicheadas, incomibles", relata. Pero cuando no estaba el amo cerca, el pastor era un señor de los dominios del campo. "Los árboles y los pájaros le pertenecían. Es como si le obedecieran y se sentían libres e importantes", dice.

España entró en el camino del desarrollo en los años sesenta, una época decisiva en los cambios de la vida del pastor. Dejaron de dormir en aquellos chozos aislados que salpicaban sierras y dehesas. "El verdadero oficio de pastor desapareció en la segunda mitad de los sesenta, cuando duermen en su casa del pueblo porque tienen moto o bicicleta para ir a la finca", comenta López Andrada.

"Mi libro habla de un mundo mágico que fue sepultado por la modernidad. Con la muerte de Franco se disipó esa niebla. Me siento cercano a esa generación de escritores como Julio Llamazares, Manuel Rivas y Bernardo Atxaga, que fueron testigos privilegiados de esa transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Ese mundo mágico y ancestral parece que data de hace dos o tres siglos, pero estaba vivo hace unas décadas", concluye.

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