Renacer del disco español
La historia de la industria fonográfica española, sección clásica, llevaba camino de acabar de mala manera. Los tiempos heroicos de Hispavox dieron paso a los exquisitos de Ensayo, ese reducto en el que el ingeniero Antonio Armet descubrió joyas como la Iberia insuperada de Esteban Sánchez. Hoy, con cuentagotas, vuelven ambas firmas a recuperar su pasado. Hubo otros intentos llenos de voluntarismo y audacia, como Etnos o la colección de zarzuela de Auvidis, que sucumbieron a la crisis.
Tras un periodo de desconcierto, como de llegar a pensar que la batalla se había perdido, las cosas han ido cambiando poco a poco. Razones hay varias. En primer lugar, el valor y la constancia de unos cuantos locos de la vida que apostaron su caudal al empeño. Por otra parte, la colaboración de diversas entidades públicas y privadas que han visto que dedicar parte de sus obligaciones sociales a la música no es mal negocio en materia de imagen. Y, como complemento necesario, ese don de la oportunidad sin el que nada es posible; en otras palabras, estar en el momento preciso con aquello que podría marcar la diferencia: el rescate del patrimonio español. Ésa es, a buen seguro, una de las claves, la principal, además del valor de estos empresarios del disco que han sabido ver dónde estaba la fuente que mana y corre.
Y es que uno de los descubrimientos musicales de los últimos años ha sido la riqueza de un patrimonio musical español que estaba olvidado en los archivos, las bibliotecas, las catedrales, para quien lo quisiera consultar, una vez vencidas las reticencias que todavía, aunque parezca mentira, existen entre algunos de sus guardianes. El caudal de obras para recuperar es inmenso, tanto que ha atraído a investigadores e intérpretes extranjeros -el australiano Michael Noone, el francés Antoine Ladrette, entre otros- que han visto en él una posibilidad extraordinaria para el artista: significarse a través del trato con algo diferente y atractivo. Amor a lo hispano y oportunismo de la mejor ley se dan cita, pues, en una tarea que no ha hecho más que empezar, pues también aquí la mies es mucha.
Hace tiempo que nació el anhelo de interpretar la música antigua con instrumentos originales, una corriente que ha representado, sin duda, un elemento de revitalización para la industria del disco clásico. Uno de los pioneros, Jordi Savall, creó hace años su propia casa de discos, Alia Vox, y en cierto modo marcó el camino que siguieron gentes como Gardiner o Koopman. Entre nosotros, han tomado el testigo firmas como Lauda, en la que Albert y Ángel Recasens editan las grabaciones de La Grande Chapelle, la última de sus entregas, ese Réquiem para Cervantes con música de Mateo Romero. Lo mismo cabe decir de Verso, y sus Ecos y afectos de Miguel de Irízar por la Capilla Jerónimo de Carrión, dirigida por Alicia Lázaro. Y ahí están los discos que recogen los descubrimientos del Festival de Música de Aranjuez en la firma Música Antigua Aranjuez. Pionera ha sido Glossa, que combina nombres de resonancia universal como Frans Brüggen con descubrimientos como la polifonía inédita de Cristóbal de Morales recogida en el Códice 25 de la catedral de Toledo. Y qué decir de la Schola Antiqua que dirige Juan Carlos Asensio, una de las máximas autoridades del mundo en el canto gregoriano y que publica sus grabaciones en el sello Pneuma. Lo propio hace también la Capella de Ministrers de Carles Magraner en Icanus. Y no son los únicos.
No faltan las empresas más grandes, como Harmonia Mundi, que desde España coloca en el panorama internacional a artistas del calibre de Eduardo López Banzo o del Cuarteto Casals, el único grupo de cámara español de resonancia más allá de nuestras fronteras. Otras multinacionales otorgan a la música española una parte de su inmenso presupuesto aun en tiempos de crisis, así Deutsche Grammophon, con su serie de zarzuelas iniciada hace un año con El dúo de la africana y que prosigue en estos días con La Gran Vía, de Chueca. O Naxos, que colabora con unas cuantas orquestas de aquí en su colección de música española. Warner, por su parte, ha apostado por el flautista Álvaro Marías.
También el repertorio con
temporáneo vive un buen momento, aun con asignaturas pendientes como la verdadera puesta en valor de los archivos de Radio Nacional de España. Ahí están los discos de seniors como Homs, Montsalvatge o Guinjoan, y de ya maestros como Jesús Rueda, David del Puerto, César Camarero, Tomás Garrido, Zulema de la Cruz o José Luis Turina, entre otros -la nómina es tan amplia que la memoria flaquea-, en firmas como Tritó -también editorial-, la citada Verso, Autor o Columna Musica. Son la muestra de lo que hay que hacer cuando se posee una excelente generación de compositores en torno a los cincuenta años: darlos a conocer. Y ahí el disco es imprescindible, y una buena crítica en cualquiera de las grandes revistas especializadas de todo el mundo vale más que cualquier cuota obligatoria de programación. Eso sí que es pájaro en mano.
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