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Reportaje:Signos

El sufrimiento de los soñadores

Gabriel Pozo reflexiona sobre la inmigración en la novela 'El paraíso perdido'

Llevaba clavados siete puñales y no le dolían. Ngema Ngo estaba hecho al sufrimiento". La historia de unos hombres que se ven abocados a "morir como negros cuando quisieron vivir como blancos". Con esta dureza comienza Gabriel Pozo su última novela, El paraíso perdido, una evocadora reflexión sobre la inmigración que ha sido publicada por la editorial granadina Atrio dentro de su colección de narrativa.

La historia, que se desarrolla en Villarraya, un escenario simbólico que "puede identificarse con cualquier ciudad mediana de Andalucía", combina algunas de las recetas de la novela negra y muestra rasgos de la admiración que su autor siente por el realismo mágico, en especial por Gabriel García Márquez. De estilo directo, casi como se tratase de un largo y minucioso reportaje, El paraíso perdido partió de un largo proceso de documentación para el que su autor completó un dossier con más de mil páginas sobre la situación de los inmigrantes en el sur de España.

"La idea de escribir esta novela surgió viendo un reportaje en televisión. Siete inmigrantes murieron en una comisaría de Málaga abrasados por el fuego. Entonces alguien decidió hacer un reportaje en el lugar de origen de aquellos soñadores. La madre de uno de ellos dijo al reportero que habían ido en busca del paraíso, un paraíso del que saben a través de los medios de comunicación y de quienes visitan esos lugares que pertenecen a otro mundo", afirma Pozo, autor de otras novelas como Sulayr, la tumba de Muley Hacén.

Frustraciones

La concepción de la literatura de este periodista granadino parte de la sorpresa. "Concibo la novela como el recorrido por una ciudad desconocida en la que al doblar cada esquina se produce un nuevo descubrimiento", para lo que Pozo ha recreado a una serie de personajes reales que conforman "un catálogo de frustraciones".

El mensaje del libro, según su autor, es que España ha sido una sociedad crisol de culturas que ha tenido tres grandes momentos en su historia. El enorme mestizaje que se produce con la llegada del pueblo romano, la invasión musulmana del año 711, y el que se está produciendo en la actualidad, una simbiosis para la que "tal vez la sociedad española no esté del todo preparada y por ello está ocurriendo de una manera pacífica pero también dramática".

Y es que nuestro pequeño paraíso parece estar lleno de contradicciones, por un lado se basa en la sociedad de consumo y se sustenta en la comparación. Por tanto, el objetivo debería de consistir en "no hacer que sea un paraíso perdido, hay que ser ambiciosos en la vida pero también hay que aprender a ser felices con lo que tenemos. Existen otros lugares extremadamente pobres en los que la gente logra ser feliz".

Otra peculiaridad de "nuestro paraíso" es la existencia de vallas. "Estamos expulsando del paraíso a aquellos que han logrado de un modo u otro alcanzarlo. Un hombre no está capacitado para decidir qué es o no pecado y por tanto no se debería expulsar a nadie, porque supone enviarlos a la muerte, aunque de hecho nosotros hayamos sido expulsados del paraíso original. Pero el problema es mucho más complejo". Para Pozo no se pueden abrir por completo las puertas de nuestro mundo y estas deben de existir aunque sean pequeñas y en algunos casos se puedan traspasar con facilidad.

Convencido de que la calidad de vida de la que se disfruta en España es muy superior a la del resto del mundo, Pozo admite que la sociedad española se ha "aburguesado" en general, lo que la ha sembrado de miedos y prejuicios. "Hace unos años cuando un negro llegaba a un pueblo suponía todo un acontecimiento, y se le abrían las puertas de las casas para ofrecerle ayuda. Hoy, los inmigrantes viven en las ciudades apartados del resto de la sociedad, han formado sus guetos como una forma de autodefensa, de escudo contra el dolor y el rechazo".

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