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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿'Marines' para qué?

Timothy Garton Ash

Caía el atardecer, y todos, niños pequeños y abuelas con sombreros de paja, gordos y flacos, ricos y pobres, blancos, negros, hispanos, indios, estadounidenses de origen chino, bailaban descalzos sobre la hierba mientras, en el escenario, resonaba el ritmo irresistible del grupo de Big Bad Voodoo Daddy, los músicos vestidos con trajes sueltos y llamativos. Algunos de los que bailaban eran estupendos, otros estaban ridículos, pero a nadie le importaba un pito. Entonces estallaron los fuegos artificiales en el vasto cielo nocturno, y un hombre con el rostro curtido y un sombrero de vaquero gritó: "¡Rojo! ¡Blanco! ¡Azul!".

El concierto de conmemoración del Día de la Independencia celebrado hace unos meses aquí, en Stanford, fue una muestra de lo mejor de Estados Unidos. Fue una celebración genuina y contagiosa de la libertad y la unión nacional, pero también de un tipo de igualdad muy especial. No una igualdad como la europea, que cuenta con una norma social garantizada por el Estado para todos los ciudadanos, sino una igualdad propia de EE UU, que afirma que cualquiera, venga de donde venga, tiene las mismas oportunidades de abrirse camino hasta la cumbre.

En EE UU, la igualdad es que cualquier ciudadano, venga de donde venga, tiene las mismas oportunidades de abrirse camino hasta la cumbre
Es llamativo ver en las encuestas que muchos norteamericanos pobres se oponen a que se suban los impuestos a los ricos, quizá porque algún día piensan serlo ellos
Algunas mujeres llamadas Katrina se han cambiado el nombre porque el huracán ha transformado el nombre en sinónimo de fracaso humano y político

¿En qué otro lugar se podría ver a hombres y mujeres de orígenes tan distintos bailando juntos con tanto entusiasmo, descalzos sobre la hierba, para conmemorar una fiesta nacional? Tal vez en Australia, Canadá o Londres, que constituye en sí un pequeño país multinacional. Pero, incluso allí, ¿habría sido una cosa tan dinámica y de espíritu tan generoso?

Era la reencarnación de un sueño, por supuesto. Los datos reales sobre la movilidad social en Estados Unidos, hoy, son muy diferentes. Pero un sueño en el que cree mucha gente pasa a ser una especie de realidad, y eso es lo que ocurre desde hace largo tiempo con el sueño americano. Es llamativo ver que, en las encuestas, muchos estadounidenses pobres se oponen a que se suban los impuestos a los ricos, seguramente porque creen que quizá un día lo sean ellos. Existen suficientes casos de personas extraordinarias que lograron salir de ambientes pobres e inmigrantes como para mantener vivo el sueño.

Dos meses más tarde vimos lo peor de EE UU, vimos a miembros de la clase negra marginada, en el noveno distrito de Nueva Orleans, ahogados, enfermos y atacados por bandas violentas, mientras que el Gobierno no les ayudaba ni les protegía. Se dice incluso (aunque no está confirmado, y tal vez sean rumores apócrifos) que muchas mujeres llamadas Katrina se han cambiado el nombre porque el huracán Katrina se ha transformado en sinónimo no sólo de catástrofe natural, sino de fracaso humano y político. ¿Cómo es posible que el país más rico y poderoso de la tierra, capaz de disparar contra una mosca en Afganistán con un misil de precisión guiado por láser, dejase tan miserablemente abandonados a sus pobres?

Y luego llegó Rita. Volví la semana pasada de Irán (donde un ayatolá, en las oraciones del viernes, utilizó Katrina como ejemplo de lo inhumano que es el Gran Satán de Estados Unidos) a un país inmerso en los preparativos para el asalto del huracán Rita. Viendo la televisión -que no hablaba prácticamente de nada más- las 24 horas, durante varios días seguidos, la sensación era de un país enfrentado a una invasión marciana como en La guerra de los mundos, de H. G. Wells. Del mismo modo que, en 1938, la famosa emisión de radio basada en la obra desencadenó un éxodo masivo de las ciudades estadounidenses, en esta ocasión se calcula que un millón de personas huyeron de Texas hacia el norte. "En estos momentos, Galveston es prácticamente una ciudad fantasma", informó un corresponsal, "y eso es prometedor". Mientras el torbellino multicolor que giraba sin cesar en las simulaciones del mapa del tiempo atacaba una y otra vez la costa del Golfo, como una nave extraterrestre, el gobernador de Luisiana advertía a la gente: "Si deciden quedarse, escriban su número de la Seguridad Social en el brazo con tinta indeleble". Para poder identificar el cadáver, claro.

La palabra 'héroe'

Al final, la cosa no fue tan mala como se temía. En esta semana de Ritamanía, me han llamado la atención tres cosas. La primera, con qué facilidad la gente recurría a la palabra "héroe". "Médicos heroicos arrostran la tormenta", decía una información en la cadena ABC. Desde luego que nuestros periódicos sensacionalistas hacen lo mismo, pero aquí la cosa tenía otro matiz y otra frecuencia. Cuando un militar que estaba informando al presidente Bush dijo que la respuesta al huracán Katrina había sido como "un descarrilamiento", es decir, un caos total, Bush respondió: "A pesar de lo que se ha dicho sobre Katrina, hubo varios rescates asombrosamente heroicos...".

Sería interesante contar el número de veces que se utiliza la palabra "héroe" en la vida pública de Estados Unidos, en comparación con el Reino Unido, Francia o Alemania. Hace 100 años, los conservadores nacionalistas alemanes solían calificar a los "verdaderos" alemanes de héroes y a los judíos de trapicheros: Helden contra Händler. Lo que tenemos hoy es otro estereotipo distinto: los verdaderos estadounidenses son Helden y los alemanes son Händler. Sin embargo, en la práctica, como es natural, las reacciones a Rita y Katrina mostraron la misma mezcla de valor genuino y -como dijo un periodista allí destacado- "auténtico y puro pánico", que se habrían visto en la mayoría de las sociedades.

La segunda cosa que me impresionó fue de qué forma recurrió la Administración de Bush al Ejército. Tras el desmoronamiento del orden público en los días posteriores al huracán Katrina, los miembros del 82º Regimiento Aerotransportado recorrieron las calles de Nueva Orleans con las armas listas, como si estuvieran en Somalia, Kosovo o Irak. En los últimos días se ha visto a Bush mientras le informaban los jefes militares, no una, sino dos veces. El presidente confesó que estaba reflexionando sobre las circunstancias "en las que el Departamento de Defensa se convierte en el organismo más importante". En los días anteriores al huracán Rita nos mostraron el despliegue de todo un departamento de accidentes y emergencias completamente transportable, con todas las comodidades, controlado y dirigido por el Ejército. Limpio como una patena, y extrañamente vacío. No tuve más remedio que pensar en lo bien que les habría venido a los habitantes pobres del noveno distrito de Nueva Orleans algo así en su vida diaria. Pero en los últimos años, el dinero se ha dedicado a otra cosa.

Lo tercero que me llamó tremendamente la atención fue la cantidad de gente que ha quedado en la absoluta pobreza, o con unas deudas cada vez mayores, debido a los daños sufridos por sus casas. ¿Por qué? Porque no tenían ahorros. Muchos de los pobres a los que evacuaron de Nueva Orleans ni siquiera tenían cuenta corriente. Las posesiones que llenaban sus casas, algunas compradas a crédito, eran lo único que tenían. Por eso algunos afroamericanos pobres se negaban a abandonar sus hogares. No es un problema relacionado sólo con la pobreza; tiene que ver también con una cultura del consumo, la implacable presión comercial para gastar, gastar y gastar, que ha hecho que EE UU posea en estos momentos el índice de ahorro individual más bajo desde 1959, y uno de los más bajos del mundo desarrollado.

Hay poco colchón que ayude a absorber otra conmoción como la de los precios disparados del combustible, que son la otra obsesión actual en Estados Unidos. El lunes pasado, el presidente Bush llegó a sugerir que los estadounidenses se acostumbren a ir un poco menos en coche. Si yo tuviera alguna acción de empresas fabricantes de vehículos SUV, que tanta gasolina devoran, la vendería inmediatamente.

Creo que Estados Unidos sabrá responder a este reto, precisamente gracias al espíritu y la diversidad que observé en la celebración del Día de la Independencia. Ésta sigue siendo una sociedad muy dinámica, llena de gente emprendedora que quiere vivir aquí y triunfar. Tiene además mucho talento para la adaptación científica y tecnológica, un factor que puede contribuir enormemente a resolver la dependencia del petróleo. No obstante, ahora que dejo Stanford para regresar a Europa me voy con el sentimiento de que este país, durante los próximos años, necesita concentrarse más en su economía y menos en su ejército. Cuando llegue la próxima recesión no servirá de nada llamar a los marines.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Un helicóptero militar recoge sacos de arena para atajar las inundaciones en Nueva Orleans.
Un helicóptero militar recoge sacos de arena para atajar las inundaciones en Nueva Orleans.

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