Asco y violencia en América Central
LA NOVELA escrita en América Latina podría historiarse como el catálogo de estrategias posibles para representar, asumir, alejar o incluso parodiar la violencia y la crudeza de la realidad política y social. No es casualidad que, aunque inaugurada por un ilustre gallego, la novela "de dictador" se halla convertido en una especialidad de la narrativa latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Todas las formas del realismo han sido exploradas y forzadas hasta sus límites para representar el carácter letal y al mismo tiempo volátil, sin rostro, de las formas del horror. Visiblemente, la narrativa latinoamericana más reciente se aleja tanto de los expedientes mágicos "made in Macondo" como de los procedimientos más conocidos de la literatura de denuncia y compromiso político. Como señaló Roberto Bolaño (en Entre paréntesis, Anagrama, 2004), en Castellanos Moya el horror y la corrupción vibran en cada minucia cotidiana, en cada página de sus novelas y cuentos. De allí el curioso aire de ligereza y hasta de comicidad de sus ficciones, atormentadas sin embargo por la violencia de la Historia.
Horacio Castellanos Moya, nacido en Tegucigalpa en 1957 y criado en El Salvador, ha trabajado como periodista en Guatemala y en México, vivió en Toronto y en San José de Costa Rica; actualmente reside en Francfort, en el marco del programa de "ciudades refugio". Insensatez es su séptima novela, de las cuales cuatro habían sido ya publicadas en España: El asco (Casiopea), La diabla en el espejo (Linteo), El arma en el hombre y Donde no estén ustedes (ambas en Tusquets). Insensatez tiene una visible continuidad con el tercero de esos títulos -la historia de un paramilitar que, tras el final de la guerra civil, se convierte en asesino a sueldo-; y, sobre todo, con El asco, libro de 1997 por el cual su autor fue invitado a abandonar El Salvador. El asco era un homenaje explícito a Thomas Bernhard; y, de hecho, lo que podríamos denominar "la solución Bernhard" es evidente en Insensatez: no la denuncia de lo abominable como una esperanza de regeneración, sino la inutilidad del asco como posición existencial, donde todo se convierte en nihilismo y neurosis, en angustia individual frente a la irrevocable desgracia social. La prosa de Castellanos Moya, que tiende al periodo largo, con multitud de subordinadas que se abren y se arrastran entre sí, parece buscar ese efecto de resumen imposible, de pensamiento disperso, de imparable giro en el vacío de la ansiedad, en el polo opuesto de la sensatez y el cartesianismo de quien pretenda razonar la barbarie y buscarle vías de solución. Hasta el título de la novela suena a parodia de un bolero: de una melodía dulce y de una danza enloquecida y letal.
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