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Reportaje:FÚTBOL | Liga de Campeones

Un tal Thun

El club suizo, que jugaba en Tercera hace diez años, hace bandera de la modestia

Cuando Urs Schönenberge, el altísimo entrenador del Thun suizo, se enteró de que a su equipo le habían tocado como como compañeros de viaje en la Champions el Arsenal, el Ajax y el Sparta de Praga, todos ellos equipos de gran tradición en Europa, sonrió. "Es un excelente grupo. El primer partido, en Londres, y contra el Arsenal, serán como fuegos artificiales". Y tanto. Highbury, el estadio del Arsenal, casi explotó. El Thun, aquel equipo desconocido que venía de las rondas previas, dominó al equipo de Henry, que sólo fue capaz de ganar en el descuento. Fue el aviso de lo que estaba por llegar: el Thun marcha segundo de su grupo, tras vencer el martes al Sparta de Praga con un agónico gol en el minuto 89 (1-0).

Los 41.000 habitantes de Thun, una minúscula ciudad en un cantón suizo de habla alemana, eran conocidos hasta ahora por la imponente mole del Eiger, la montaña que domina el valle. En 107 años de existencia, el Thun no había dado señales de vida. Vivía una existencia modesta, con su pequeño campo con capacidad para 7.000 espectadores -sólo 900 sentados- y su presupuesto de 3,3 millones de euros. Lo normal en un equipo acostumbrado al pozo de la Segunda División suiza, que ascendió a Primera hace tres años y que hace diez jugaba en Tercera ante 100 espectadores. "Ascender a Segunda fue una sorpresa", cuenta Schenkel, el futbolista que ha jugado más partidos con el Thun. "Nadie pensó que pudieramos llegar más lejos. Lo bueno es que nada ha cambiado en el club. Todo el mundo se conoce. Los jugadores se mezclan con los seguidores y no hay grandes egos".

Desde que el Thun se clasificó para la Champions, el club y la ciudad luchan por mantener el mismo espíritu modesto. Los jugadores, lejos de los sueldos de las grandes estrellas, conducen utilitarios: un Volksvagen Polo -Gerber, el capitán-, un Seat Ibiza -Hodzic- o un Ford Fiesta -Deumi-. El aparcamiento es mínimo. Tampoco sirve el estadio, arrasado por las inundaciones provocadas por las lluvias veraniegas: el Thun tiene que jugar sus partidos de Champions en el Estadio de Suiza en Berna, con capacidad para 33.000 espectadores. En un momento del verano, también pareció que no valían los jugadores: tras clasificarse para la Copa de Europa, el equipo suizo perdió a seis jugadores clave - "hay equipos en Suiza con mucho más dinero que nosotros", dijo Christian Staahl, el portavoz del club- y empezó a entrenar con sólo diez futbolistas.

Nadie se puso nervioso. El Thun ha hecho bandera de la contención de gastos y se ha convertido en un modelo de gestión en el que Kurt Weder, el presidente, ficha a jugadores de divisiones inferiores y a los descartes de los grandes. "Hace 18 meses, virtualmente no teníamos ningún extranjero". La clasificación para la Champions les abrió las puertas. Entonces llegaron los fichajes. Como Alen Orman, defensa austriaco de 27 años, procedente de la Liga escocesa. En Escocia se hicieron hasta chistes. "Who Thun?" -"¿Qué Thun?"- le decían al defensa, un hombre orgulloso que se consideraba preparado para jugar en los más prestigiosos clubes de la Premier inglesa. Orman ni se inmutó: "Mi decisión es acertada", dijo. "Creo que la gente no nos toma en serio porque casi nadie conoce a este equipo, al tal Thun. Pero puedo decir que es un equipo muy bien organizado, con varios jugadores técnicamente muy dotados y en el que todos los futbolistas dan el 100% por sus compañeros". Solidaridad. Ayuda mutua. Valores propios de un equipo modesto y laborioso. Aunque el Thun, insiste Orman, es algo más: "Podemos dar el golpe".

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