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Reportaje:FÚTBOL | Liga de Campeones

Vandeco y Patapalo

Íntimos amigos desde hace años, Luxemburgo y Rivaldo comparten amargura por el desdén popular entre sus compatriotas

Un caluroso abrazo entre Vanderlei Luxemburgo y Rivaldo será inevitable esta noche. Son grandes amigos y acostumbran a mantener frecuentes conversaciones telefónicas. Comparten secretos de una amistad que enlaza dos perfiles muy diversos: el carácter protagonista del entrenador y la timidez del jugador. Tienen en común tanto sus trayectorias, contrastadas con grandes triunfos, como la amargura por el desdén popular entre sus compatriotas. Luxemburgo es el técnico más laureado del fútbol brasileño y Rivaldo fue elegido el mejor futbolista del mundo por la FIFA en 1999. No importa. Muchos en Brasil les conocen por los estigmas de Vandeco y Patapalo.

En los principios de su carrera, lo de Vandeco Luxemburgo era sólo un apodo de sus amigos bromistas por sus coqueterías. Pero ahora se ha popularizado el mote y es el preferido por los brasileños críticos con la vanidad desmesurada del actual responsable del Madrid. Eso sí, él no se siente incómodo. "Me llaman de todo", dice. Luxa, su apelativo más cariñoso, es el mismo con el que bautizó una yegua que tiene en Itupeva (São Paulo).

Rivaldo siempre tuvo un carácter retraído y melancólico para defenderse de la sentencia indigna de Patapalo, definición en Brasil de un jugador fallón y torpe. Fue el arco y la flecha en el fútbol, armador y goleador como los grandes, pero sus paisanos no le perdonan el pecado estético de jugar mirando el balón, sin la frente erguida como Pelé.

Hoy, Rivaldo presentará un fútbol que envejeció rápidamente, pero los defensas del Madrid no pueden olvidar que el tal Patapalo es un ganador nato. Nadie puede presumir de ser campeón del mundo, europeo, brasileño, español, italiano, griego y medallista de oro olímpica de fútbol. "No creían en mí. Decían que nunca sería una estrella. Pero no me dejé vencer", recuerda el actual delantero del Olympiakos. En sus momentos difíciles nunca le falta la presencia y la inquebrantable confianza de Luxemburgo. "Es un gran amigo, excelente persona y el mejor entrenador", sostiene, agradecido, Rivaldo. Fue el preparador madridista quien le rescató del humilde Mogi Mirim, club del interior de São Paulo, y le abrió las puertas del Palmeiras para ganar el campeonato brasileño en 1994. Ese año, todavía desconocidos en Europa, pisaron juntos por primera vez el estadio del Madrid. Rivaldo marcó un gol, pero el Palmeiras cayó ante el Madrid de Zamorano y Laudrup por 3-2 en el Trofeo Bernabéu. Todavía Jorge Valdano recuerda aquel partido contra el equipo de Luxemburgo, Rivaldo, Roberto Carlos, Zinho, Amaral, Evair y Edmundo "como uno de los más difíciles" como entrenador.

A pesar de su demagogia personal, Luxemburgo siempre conquista la fidelidad de sus jugadores. Así que no es inaudito que en los últimos días, liderados por Roberto Carlos, desfilaran Robinho, Batista y Ronaldo ante la prensa para defenderle. Rivaldo no sólo le defiende, sino que perdió millones de euros por acompañarle. En enero de 2004, Rivaldo abandonó el Milan, con el que tenía un contrato de 6 millones de euros anuales, para jugar en el Cruzeiro ilusionado con la invitación de su amigo Luxemburgo. Pero dos meses después, el club brasileño despidió al técnico y Rivaldo también dejó el equipo. "Tenemos un cariño especial el uno por el otro", esgrimió el jugador.

Rivaldo fue elegido en 1999 el mejor jugador del mundo por la FIFA. La Confederación Brasileña comunicó, en su día, que el voto de Luxemburgo fue para Raúl, muy admirado por el técnico. Pero, en realidad, su voto no fue para el delantero español, que era su segunda opción. Luxemburgo no se enteró de las normas de la FIFA y su voto fue anulado por elegir a un compatriota. En su papeleta estaba escrito el nombre de su fiel amigo Rivaldo.

Luxemburgo y Rivaldo conversan en 1999 en un entrenamiento de Brasil.
Luxemburgo y Rivaldo conversan en 1999 en un entrenamiento de Brasil.AFP

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