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Columna
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¡Socorro!

El paseo marítimo de Almería discurre a lo largo del Zapillo. Como toda la costa española este barrio también debió de ser en otra vida un lugar agradable. Hay vestigios de aquella civilización. Dicen que en una de las casitas bajas que todavía sigue en pie John Lennon compuso Strawberry Fields mientras descansaba de un rodaje en el desierto de Tabernas. Historias apócrifas de la provincia. Luego la bárbara especulación inmobiliaria de los setenta se lo llevó todo por delante. Pero barrios espeluznantes como el Zapillo los hay en todas las ciudades costeras españolas; es parte de nuestro folclore: alcaldes abnegados, concejales de urbanismo que solo buscan el bien común, constructores, mucha pasta y una oportuna reforma del plan general de urbanismo. ¿Es que nadie va a componer una rumba con este material? A ver, palmitas: Y si me he saltado la legalidad, lolailo lailo, lléveme usted a los tribunales, lolailo lailo.

Ahora en el Zapillo se ha liberado un solar de 63.000 metros cuadrados. Se ha derribado una antigua central térmica y ha quedado en primera línea de playa un terreno golosito, golosito, golosito. Y entonces salen a escena el abnegado alcalde, interpretado por Luis Rogelio Rodríguez Comendador, y el concejal de urbanismo que sólo busca el bien común, interpretado por el insaciable Juan Megino, que es uno de los sujetos más peligrosos y más dañinos para la ciudad de Almería que yo he conocido en los años que llevo viviendo en ella. Y eso que cuando vine todavía vivía aquí don Juan Asensio, que en paz descanse.

Mientras todo el mundo se cuestiona un modelo de crecimiento económico que ha devastado el planeta, cuando hasta la ONU ha dicho que Almería es un ejemplo de cómo no debe gestionarse la costa, llega Megino y autoriza en el denso barrio del Zapillo la construcción de diez (10) torres de nueve (9) pisos. Qué envidia me dan los menorquines, por ejemplo, con esos alcaldes y concejales de Urbanismo intransigentes con los estilos de construcción y con el límite de alturas. Eso es amar la tierra. Y sus municipios no se arruinan.

La oposición (PSOE e IU) denuncia cositas en el pleno del Ayuntamiento: que si los promotores son amiguetes de Megino, que si no les ha cobrado el IVA, que si no les ha obligado a hacer alcantarillas... ¡Venga, venga, menos agitar las alitas como Campanilla y más denuncias si tienen pruebas de que Megino ha cometido algún delito! En eso tiene razón el urólogo, que lleva toda la semana dando palmitas, lolailo lailo, lolailo lailo.

Yo no sé si en este caso hay sobornos y corrupción, como dicen que hay en Camas. Ojalá alguien pudiera probarlos o presentar siquiera algún indicio de delito. Yo me quedaría más tranquilo, y hasta vería con otros ojos más benévolos e indulgentes a Megino. Porque la otra posibilidad es espantosa: que Megino sea honesto, que no haya favorecido a nadie, que la decisión de autorizar los diez rascacielos la haya tomado él solito tras una sosegada reflexión en su consulta, que tengamos en fin un concejal de Urbanismo tan cateto como para pensar que en esto consiste el desarrollo de Almería. Si es así, alguien tendría que parar a este hombre, alguien tendría que movilizarnos.

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