Castillo famoso
Fuentes fidedignas -como se dice en estos casos, aunque digno de fe ya no hay nada en este mundillo- aseguran que unas amplias encuestas en la opinión pública les dijeron que la mayoría de los votantes españoles está contra las bodas de homosexuales; y ahora se han dado cuenta de que perdieron una gran ocasión de rebelarse contra ellas y vuelven a empezar. Otras fuentes, más o menos fidedignas, aseguran que es un mandato de la Iglesia y un imperativo de los miembros militantes -Opus; y kikos, y guerrilleros, y no sé qué más- quienes han dado las órdenes. Por eso ha salido Acebes ahora con el recurso ante el Constitucional para ilegalizarlas, ya que la consti habla de hombres y mujeres. Sería raro que ganaran y hasta que les admitieran ese pleito, aunque los enigmas de la justicia son tan grandes que por fin se puede decir que son, como los de la Providencia, inescrutables.
En todo caso lo que hacen es abrir un frente de batalla más, añadido a la guerra contra Cataluña, con lo cual son mucho más definidos y dejan menos flotantes sus identidades. No me parece mal. Que se sepa cómo son, quiénes son y quiénes están con ellos. Hasta ahora el melifluo Rajoy, a pesar de las instrucciones y las cóleras sordas de Aznar, se enfrentaba con los socialistas haciendo ver que su Gobierno no existía, que "no hacen nada"; y lo que hacen, lo habían hecho o previsto ya ellos, o está falto de definición, o sobra alguna palabra. En este caso, es la palabra "matrimonio" la que les sobra a ellos. Es decir, que no se atreven a estar en contra de esas uniones por vía oficial o municipal, pero eliminando la palabra. Y la palabra es algo más que académica: las protecciones, las ayudas, las situaciones de derecho, se hacen bajo la palabra matrimonio y la palabra familia: cambiándolas, el resultado sería nulo.
El hecho es que el PP está comenzando ahora su temporada con toda dureza. Si el melifluo Rajoy va a los tribunales, la valkiria Aguirre va recuperando para Madrid la condición de "castillo famoso" como decía Moratín (ojo: Nicolás) a cuyo enfaldo se acogen los que perdieron las elecciones generales. Todos están apiñados, todos a una; aunque no sé si habrá que esperar al congreso nacional que celebrarán en febrero para ver si esa unidad está quebrada por otros caballeros más realistas.
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