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Reportaje:

Leer las entrañas de la tierra

Los zahoríes soportan un ritmo frenético para paliar la sequía y a diario señalan las corrientes de aguas subterráneas

"Le estamos sacando la sangre a la tierra", reconoce Antonio Salado, que a sus 80 años no baja el ritmo. Este zahorí señala cada semana unos cinco pozos para que los agricultores perforen el terreno y extraigan el agua subterránea que atraviesa sus parcelas. "Me traen loco con el teléfono sonando sin parar", se queja. Con la sequía, los pinchazos se han multiplicado al mismo tiempo que las empresas perforadoras, y los acuíferos padecen una sobreexplotación que saliniza a los cercanos a la costa e inutiliza otros por la alta concentración de nitratos.

Salado ha sentido la incredulidad, desconfianza e incluso el desprecio de los vecinos durante décadas. "Después de perder una apuesta y otra, empezaron a cambiar de parecer", relata. Nadie en su familia encuentra explicación a sus insólitos poderes de percepción, ni siquiera su mujer Virginia: "Yo le digo ¿pero tú cómo...? Él sólo dice que se lo figura, y ya está", zanja.

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A Salado siempre le gustó "trastear con el agua". Cuando acude a una finca reconoce el terreno y estudia la inclinación de las lomas y la edad de los árboles. A continuación, saca su llavero, a veces pule una varilla de olivo con forma de Y para sentir la fuerza de las corrientes, y señala el punto ideal para perforar. "Entonces parece que estoy viendo las venas de agua atravesando las lomas", explica. "Al agua le pasa igual que la sangre, que sube a la cabeza y vuelve a bajar. Pues las venas suben y bajan las lomas con igual facilidad", aclara.

Llega a una finca. Pisa la hierba seca y ruidosa. Tras recorrer sus tierras, indica que bajo sus pies atraviesa una corriente, toma una varilla con ambas manos, y ésta gira hasta completar un círculo como si cobrara vida. Por sus servicios no suele recibir grandes sumas de dinero. "Sólo pido la voluntad y que me lleven y traigan, y claro, mi mujer me discute", se excusa. En los más de 40 años que lleva oteando terrenos, Salado ha señalado caudales en solares de provincias como Madrid, Granada, Córdoba y Málaga, donde vive en el pequeño pueblo de Benagalbón.

Pedro Cores, es zahorí en Río Bermuza (Málaga), utiliza un alambre doblado y un péndulo, y afirma que su oficio conlleva "una sensibilidad que cuesta aceptarla socialmente". Para Cores, un buen zahorí tiene que adivinar el caudal, la calidad y la profundidad por la que fluye el agua. Ante la proliferación de extracciones que esquilman los recursos hídricos subterráneos, el señalador de aguas es decisivo. "La verdad es que tengo remordimientos e incluso llegué a negarme alguna vez, porque transformar todo el secano en regadío es imposible, y Andalucía está empezando a desertificarse", confiesa.

"El sentimiento de mi agua está muy extendido entre los agricultores, y en su nombre se están haciendo auténticas barbaridades", denuncia Cores. "La esponja del subsuelo se está estrujando al máximo, pero el zahorí sólo da la información; el abuso del caudal es siempre posterior a sus indicaciones", resume el biólogo José Luis Gómez.

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