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Reportaje:

Boadella ajusta cuentas con los militares

El público del Teatro Romea recibe con entusiastas aplausos 'La torna de la torna'

Jacinto Antón

Los volatineros ajustan cuentas. Viejos, achacosos, olvidados y enganchados al vino Don Simón, repulsivos y absolutamente despreciables. Así son los militares protagonistas de La torna de la torna, estrenada anoche en el Teatro Romea de Barcelona y recibida con entusiastas aplausos del público, entre el que se contaba una hermana de Salvador Puig Antich, Carme, y Raúl M. Riebenbauer,el autor del libro sobre la verdadera identidad de Heinz Chez, El silencio de Georg (RBA/La Magrana). Si la venganza es un plato que se sirve frío, la de Boadella con los uniformados -esos militares que le definían como "rubio con cara de angelito"- resulta helada. Y no sólo por el tiempo transcurrido desde el consejo de guerra contra La torna, en 1977, sino por el cariz verdaderamente gélido, de tanatorio o sala de disección, del montaje con el que ha querido pasar recibo al marcial estamento que crucificó a Els Joglars.

Las escenas clásicas se recuperan como alucinaciones etílicas del coronel
"Tuvo un juicio justo, pero sin mariconadas periciales", afirma el viejo militar

La torna de la torna, la revisión actualizada de aquel legendario espectáculo que significó un hito en el teatro catalán y un revulsivo de la incipiente democracia, resulta una pieza rectilínea, monocorde y que presicinde de sutilizas, recovecos y matices para entrar a matar desde el inicio, con ferocidad, sin distracciones.

Las escenas de máscaras que convirtieron La torna en un clásico siguen ahí, su virtuosisismo primitivo sin duda enriquecido por la sabiduría escénica que ha acumulado el maestro Boadella, aunque en dura competencia con el recuerdo casi en blanco y negro, deliciosamente prístino -¿o era sólo nuestra juventud?, como diría Conrad- del original. Siguen ahí, pero envueltas en una estructura nueva, un discurso metajoglariano (La torna de la torna) enfocado primordialmente, tal parece, a la venganza.

El coronel auditor Prieto (Miquel Gelabert) es el personaje central de esta nueva Torna y los cuadros de la obra original se representan como una serie de alucinaciones del militar, inducidas por el delirio etílico. El coronel, en batín digno de su Excrecencia, como diría Boadella, no para en toda la obra de insultar -en el más puro lenguaje cuartelario- a Els Joglars y son estos más que Puig Antich o Heinz Chez -"un marciano del carajo al que se le metió en el paquete del escarmiento general"- los que desatan su ira y a los que ésta está dirigida. El espectáculo se apoya en el juego tan caro a Boadella de los pacientes y las enfermeras. Los primeros son militares ingresados en un geriátrico que leen La Razón, cantan himnos castrenses, critican melancólicamente al "mierda de Gutiérrez Mellado" y al "traidor de Suárez", y tachan de "zorra comunista" a la asistenta que para fastidiarlos les pone La Internacional por megafonía. "¿Tú no estuviste en el caso aquel de los cómicos, La sorna?", le espeta un camarada al coronel Prieto. "Pues vuelven", le señala propiciando el recuerdo. "¿Cómo?, ¡los nuestros haciendo de angelitos de la caridad en Kosovo y esos vuelven a joder!".

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El coronel se enfrentará a los fantasmas emanados de su mente -escalofriante el cara a a cara con Heinz- y así se irán sucediendo los esperpénticos cuadros de la investigación, el interrogatorio al polaco, el examen psiquiátrico en la cárcel... todo como una revisitación de El proceso de Kafka a cargo de los hermanos Marx caracterizados de Comedia del Arte. La caricatura divertida, que provoca ocasionales risas entre el púbico, deja paso a escenas atroces, como la del verdugo veterano que instruye al novato en el uso del garrote mientras los hijos deficientes de ambos se masturban bajo el patíbulo. "Tuvo un juicio justo, pero sin mariconadas periciales", se justifica el coronel ante la posteridad echando un trago de su petaca con la bandera de España. La obra culmina con la célebre escena de la deliberación, con todos los jueces militares borrachos. Y se cierra con la promulgación a palo seco de la sentencia de muerte para Heinz.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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