Eladia Blázquez, figura del tango, "Discépolo con faldas"
Era conocida como la "Discépolo con faldas" en honor a Enrique Santos Discépolo, el maestro del tango de la primera mitad del siglo pasado, autor de Cambalache, entre otros éxitos. El pasado miércoles falleció en Buenos Aires a consecuencia de un cáncer Eladia Blázquez, una de las figuras más importantes de la canción de tango, a quien la crítica aplaudió por utilizar las palabras justas y precisas para poner letra a los profundos sentimientos de tristeza que transmitían sus canciones.
Nacida en 1931 en la localidad de Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires, hija de inmigrantes gallegos, se había convertido en profesional de la canción a la edad de ocho años. Interpretaba el repertorio popular español, probablemente debido a la procedencia de sus padres. Además tocaba el piano y la guitarra. En sus comienzos su público era mayoritariamente exiliados españoles, que recordaban en la voz de aquella niña la tierra que habían abandonado.
Como si se tratara de un tránsito natural, Blázquez pasó del folclor español al argentino y de ahí a la balada, mientras seguía cosechando éxitos y su fama se acrecentaba. Compuso canciones dedicadas a Federico García Lorca -Mi vinito de Jerez- o baladas como No es un juego el amor, que se convirtieron en temas populares en Argentina. En 1970 lanzó al mercado su primer disco con canciones de tango. Al desgarro de las letras, la cantante le añadía el sentimiento de haber perdido a sus padres poco antes y el resultado de esta mezcla fue una de la mejores cantantes de tango que Argentina haya conocido. De esta época son sus canciones más conocidas, entre ellas Sueños de barrilete (estrella fugaz). En 1976, con la dictadura militar en ciernes, sacó a la luz El corazón del sur donde proclamaba sus humildes orígenes en Avellaneda a pesar de que el éxito le había permitido instalarse en uno de los barrios más elegantes de Buenos Aires.
Su éxito radicó en acercar el tango cantado a un público que no estaba especializado. Para ello realizó cierto tipo de innovaciones en las letras y en la música que, si bien al principio no le sirvieron para gozar de las simpatías de los puristas, demostraron su eficacia a la hora de extender el conocimiento del tango entre el gran público.
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