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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pánico sobre el Tigris

El miedo y la inseguridad que reinan en Irak favorecieron ayer el mayor desastre desde el inicio de la guerra cuando una estampida humana llevó a la muerte a más de 800 peregrinos chiíes de las decenas de miles que se dirigían a través de un puente a la mezquita del imán Musa al Kadem, en Bagdad, tercer santuario sagrado del chiismo.

El pánico se desató aparentemente cuando corrió la voz de que había un terrorista dispuesto a inmolarse entre la masa de peregrinos que cruzaban el puente sobre el Tigris. La mayor parte de los fallecidos son mujeres y niños, pisoteados, ahogados o destrozados al tirarse al río. Desde Londres, la presidencia británica de la UE afirmó que la tragedia había sido "provocada por el terrorismo". En cierto modo es así, porque ha sido el miedo, la materia con la que opera el terrorismo, lo que ha provocado la tragedia.

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Este miedo había llevado a que sólo 250.000 personas tomaran parte este año en el peregrinaje a la tumba del imán. Un ataque con mortero, una hora antes, reivindicado por un pequeño grupo suní vinculado a Al Qaeda, terminó con la vida de siete chiíes en las proximidades de la mezquita. Las autoridades reconocieron también que, pese a las alertas lanzadas, varios peregrinos habían muerto al beber o comer alimentos envenenados que habían adquirido por el camino. El miedo se respiraba en el ambiente.

Algunos ministros iraquíes se entrecruzaron acusaciones tan rápida como lamentablemente. El de Sanidad, chií más bien radical, apuntó al del Interior, también chií, pero éste consideró que era una zona cuya responsabilidad recaía sobre el responsable de Defensa, un suní. Destaca la falta de precisión de estos dos últimos al afirmar que previamente sus fuerzas habían evitado "numerosos" intentos de atentado contra los peregrinos chiíes. La policía mató a un afgano que aparentemente intentaba infiltrarse entre los peregrinos. Al menos la insistencia de los ministros en que la tragedia no era resultado de la violencia sectaria resultó prudente.

Proteger a tantas personas en tales circunstancias -eran tres millones las que esperaban las autoridades- es difícil. Avalanchas humanas han ocurrido en otras ocasiones, como en 1990 en un túnel cerca de La Meca en el que murieron 1.426 peregrinos. Pero la de ayer es fruto de la situación iraquí. Nadie garantiza ahora la seguridad de sus habitantes. Las fuerzas autóctonas que intentan formar EE UU y sus aliados son aún escasas, y el propio Ejército americano, cuyos soldados tienden a exponerse lo menos posible, tampoco da más de sí. El miedo incontrolable es el que dicta la ley del caos.

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