Precaución
Es palabra clave en fechas de carretera y manta: "Precaución". Evidente. Pero desdeñan la evidencia unos cuantos desaprensivos que nos amargan la vida. Cada vez hay más gente zumbada de toda edad y condición con un volante entre las manos. Las cámaras de Tráfico han grabado galopadas escalofriantes emitidas por televisión. "Creo, porque esto es absurdo; creo, porque esto es imposible" (San Agustín de Hipona).
Sólo desde la fe agustiniana se pueden digerir las barbaridades registradas por los videopolicías. Ante los energúmenos, toda precaución es vana. Lo juicioso sería quedarse en casa, como hacen ya miles de personas. En agosto salieron de Madrid 60.000 familias menos que el año pasado. Todo indica que este ejemplo tiende a propagarse.
La precaución es fundamental, no cabe duda; sólo los astutos logran sobrevivir dignamente. Pero miente como un bellaco el refranero cuando pontifica: "Hombre precavido, vale por dos" (¿y las mujeres, los transexuales, los ambiguos, los amorfos, los inclasificables?). Si fuera cierto ese mendaz axioma, cualquier hombre precavido sería una fórmula matemática exponencial: vale por dos, pero esos otros dos tienen que ser precavidos también, de lo contrario sólo servirían de estorbo. A partir de ahí se multiplican usque ad infinitum los individuos clónicos que lleva dentro un hombre cauto: cada persona es multitud, un lío tan insondable como el misterio de la Santísima Trinidad.
Esta actitud conduce al panteísmo: Dios es precavido, por principio; nosotros somos fruto de la vertiginosa reproducción que conlleva la cautela del Todopoderoso. Pero repugna a la razón que algunos tipos siniestros formen parte de la esencia divina. Una aberración. La sabiduría popular es un bulo con su punto de cinismo, aunque a veces no carece de gracia: "Hombre precavido, sabe el horario del marido". Otra conseja: "Hombre prevenido, vale por dos; pareja desprevenida, vale por tres".
Sea lo que fuere, precaución, amigo conductor, que la senda es peligrosa, pero sin ser precavido porque no hay sitio para tantos en el coche. Habrá que encontrar la fórmula mágica para practicar la precaución sin ser precavido. De ello depende nuestro sosiego (conviene añadir que Dios no necesita ser precavido, porque es Omnipotente y nadie le engaña; no va a perder el tiempo con bagatelas un Ser tan ajetreado).
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