La memoria de los peces
La noticia: "Reino Unido trata de averiguar quién es Piano Man, el joven que sólo se comunica tocando el piano".
La fecha: miércoles, 18 de mayo de 2005.
No sé ustedes, pero yo estoy fascinado por la historia del hombre del piano. La conocen, ¿no? Un tío aparece empapado en una carretera de Inglaterra. No habla y no lleva documentación. Dicen que iba muy bien vestido, por tanto ya sabemos que no es inglés.
El tipo ya lleva un mes en el hospital, y sólo se comunica con el piano. Al principio, debía de ser agradable. Se debían de ahorrar unos dinerillos con el hilo musical. Pero ya debe de cansar. Las enfermeras: "¿Qué quieres de postre?". Y el tío se pone a tocar Paquito, el chocolatero.
Yo creo que los datos absurdos han saturado mi cerebro y por eso no me acuerdo de nada
Yo también estoy fatal de memoria. De hecho, quiero tratarme este problema con un especialista, pero nunca me acuerdo.
Cuando empieza la semana, empiezo a apuntarme cosas en la mano con boli azul. Luego paso al brazo... Total, que cuando llega el viernes parezco Papá Pitufo. Además, tengo toda la casa llena de post-its. Queda bien. Es un amarillo guapo. Hasta tengo un post-it en el cabezal de mi cama que pone: "Levantarse".
Soy como los peces que dicen que se olvidan de todo cada 30 segundos. Eso es una putada. Ahí la naturaleza no estuvo bien, ¿eh? "No, es que pueden respirar por las branquias...". ¡Pero, coño, ponle más memoria, si la venden en el FNAC...!
Aunque hay gente que está peor que yo. El otro día, un amigo mío hablando por teléfono: "Sí, cariño. Sí, princesa. Sí, churri. Sí, ángel mío". Cuando colgó le digo: "Qué cariñoso eres". Y me dice: "Qué va, lo que pasa es que no me acuerdo cómo narices se llama".
Lo que me pone muy nervioso es que la memoria es selectiva y muy caprichosa. Por ejemplo: ¿por qué nunca me acuerdo de dónde acabo de dejar las llaves? Hace un instante, tan difícil no será... Y vas haciendo esa reconstrucción absurda, como de la policía... "¿Cómo has entrado?". "Andando he entrado". "¿Qué has hecho?". "Si no sé dónde están las llaves, ¿qué sé yo lo que he hecho?". "Y cuando has entrado, ¿dónde has dejado el abrigo?". "¿Y yo qué sé? ¡Yo lo que quiero son mis llaves!".
Y en cambio, te acuerdas perfectamente de la letra enterita de Clavelitos.
El otro día estaba paseando y, sin darme cuenta, llevaba cinco minutos silbando La dolce vita. Pensé: ¿eres tonto o qué te pasa? Un tío pasó por al lado: "Los de la tele si que vivís la dolce vita. Tres días currando y a la saca". No le pude decir nada, porque él iba silbando Soy minero.
Yo creo que los datos absurdos han saturado mi cerebro y por eso no me acuerdo de nada. Porque no me cabe. Es que ya desde el colegio nos enseñan cosas absurdas que ocupan nuestra memoria. ¿De qué me sirve saberme las preposiciones? En una entrevista de curro: "¿Ha hecho algún posgrado en el extranjero?". Y tú: "No, pero me sé las preposiciones: a, ante, cabe, bajo, con, contra, de, desde...". "¿Ah, sí? Pues te vas hacia, hasta, para, por la puerta".
Y ahora, con Internet, es peor porque vivimos en la era de la información. Pero de la información chorra. "¿Sabías que los elefantes son los únicos animales que no pueden saltar? ¿O que el graznido de un pato no hace eco y nadie sabe por qué?". Y tu mujer: "¡Anda baja la basura, gilipollas! Y cuando la tires al contenedor que tampoco haga eco". Y tú: "Inculta...".
Son datos curiosos descubiertos por científicos solteros, seguro. También hay otra que dice: "¿Usted sabía que es imposible chuparse los codos?". Y automáticamente ves a todo el mundo probando de chuparse los codos.
Me gustaría poder hacer un reset porque tengo la memoria llena. Pero tendría que ser un reset selectivo porque hay cosas que quiero recordar. Momentos inolvidables como aquella vez que... Aquella vez que... Mañana se lo cuento, háganme memoria.
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