Velocistas en la sombra
La ausencia de Powell resta excitación a los 100 metros a pesar del duelo Gatlin-Obikwelu
Los velocistas hicieron su trabajo en el anonimato, cosa rara en las grandes competiciones, donde la carrera de 100 metros es cumbre. No en Helsinki, lugar de fondistas y lanzadores. Hacía frío en el viejo estadio y los aficionados no prestaron demasiada atención a las series, que se desarrollaron sin sorpresas y con tiempos mediocres. No ayudó el viento, en contra de los atletas en los cuartos de final. Todas las circunstancias conspiraron contra las marcas. Nadie bajó de 10,10 segundos, ni ninguno pareció especialmente interesado en dar un golpe de autoridad. Como es habitual, Justin Gatlin se tapó. Ganó en la primera ronda, venció en su serie de cuartos de final y se fue a la ducha. Ya se sabe lo que pasa con este chico: reserva lo mejor para la final. Francis Obikwelu también funcionó con precisión. Parece fino, recuperado de sus dolores en los dedos del pie, con el mismo poderío que en los Juegos de Atenas, donde se consagró como un velocista excepcional.
La ausencia del jamaicano Asafa Powell ha pesado considerablemente sobre la prueba. Hace un mes se pronosticaba el impresionante duelo entre Powell y Gatlin. El hombre del récord mundial (9,77 segundos) frente al campeón olímpico. Como el atletismo ha generado la mayor parte de sus leyendas a partir de rivalidades de gran calibre, se esperaba un combate sensacional entre los dos jóvenes velocistas. Sin Powell, aquejado por una lesión fibrilar, la carrera ha perdido ese punto de excitación. Hay excelentes atletas, y hasta es posible que alguien supere a Gatlin, pero la expectación ha decrecido. Corrieron en medio del desinterés de la gente, que miró, aplaudió y pasó a otra cosa. Era una tarde para profesionales: clasificarse sin alardes y no dejar demasiadas pistas a los rivales.
Obikwelu dio una excelente impresión. Su etapa en Madrid le ha colocado entre los grandes del momento. En poco más de un año ha dado el salto decisivo en su trayectoria. Un atleta prometedor, pero inconsistente, se ha convertido en uno de los tres mejores velocistas del mundo. A Manolo Pascua Piquera le corresponde gran parte del mérito. Siempre especulaba con las tremendas condiciones de Obikwelu, con el correspondiente latiguillo: "¡Si este chico mejorara su técnica¡". Obikwelu, nacido en Nigeria y ciudadano portugués, comprendió que su carrera se había estancado en los Mundiales de París. Acudió a Pascua Piquera, se trasladó a Madrid y comenzó una aventura que ya le ha rentado una medalla de plata en los Juegos Olímpicos. Esta temporada no había emitido señales positivas. Fue arrollado por Powell en Atenas y no ha logrado bajar de 10.05s, marca de tercera para un velocista que fue segundo en los Juegos Olímpicos con 9,86s. Una artritis en un dedo del pie le ha limitado durante las últimas semanas, pero los recientes entrenamientos han sido por fin satisfactorios. En las series de ayer se le vio enérgico y seguro. Será el gran rival de Gatlin.
El campeón estadounidense evitó cualquier exceso. Es un tipo discreto que no está en el molde de sus arrogantes predecesores, gente como Maurice Greene, Jon Drummond o Bernard Williams, desconocedores de la delgada línea que separa el don del espectáculo del ridículo absoluto. Gatlin se ha especializado en ganar las carreras importantes sin hacer ruido. Nadie contaba con él en Atenas y venció. Casi siempre lo hace cuando hay algo que merece la pena: un título de prestigio, una carrera con una gran bolsa de dinero. Entonces saca una capacidad prodigiosa para competir. En Helsinki se impuso en sus dos carreras y observó al personal: Obikwelu será un adversario temible, Crawford ha descendido dos peldaños con respecto a la última temporada, Leonard Scott tiene maneras pero es difícil verle como vencedor en Helsinki, Kim Collins es una sombra del atleta que ganó en los Mundiales de París, Ronald Pognon no tiene la contudencia de los estadounidenses. Eso es lo que vio Gatlin en la víspera de una final que se antoja interesante, pero no sublime.
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