Hackett, el mejor
Con su quinta medalla y la tercera de oro, en los 1.500 metros, el australiano pone la guinda a una gran actuación
Eran las nueve de la mañana del lunes en Australia cuando dos millones de personas, el 10% de la población, se paralizaron para ver al nadador más pesado de la fila lanzar sus 95 kilos al agua en la final de los 1.500 metros estilo libre el domingo por la tarde en una isla de Canadá. El hombre arrastró su cuerpo por la piscina como se arrastra una sábana. Era Grant Hackett, que nadaba en la estela de otros gigantes: Andrew Charlton, Murray Rose, John Konrads, Kieren Perkins... Todos ellos, parte de la cosmogonía popular australiana. Todos, presentes de alguna manera en la cita de Montreal junto a Hackett, que nadó solo, pero con la historia de su parte. Al terminar la carrera, el más pesado de la fila había ganado su tercera medalla de oro. Se deshizo de los tirantes de su bañador, se quitó su gorro amarillo y sacó su lengua con una mueca de fatiga antes de levantar los brazos para despedirse. En el último día de los Campeonatos del Mundo, los espectadores le saludaron con una ovación de gratitud.
Como sus predecesores, Hackett hizo de los primeros 100 metros una campaña propagandística destinada a desmoralizar a sus rivales. Perkins los nadó en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 en 55,30 segundos. Su compatriota de Gold Coast, de 25 años (9 de mayo de 1980), los hizo en 55,06s. Los despojos quedaron para los demás. Se los disputaron 30 metros por detrás el británico David Davies, el ruso Yuri Prilukov y el estadounidense Larsen Jensen.
La final fue un calco de la de los Juegos de Atenas 2004: el podio y el cuarto puesto se repartieron igual. Jensen se hizo con la plata en los últimos 100 metros. Davies, que se mueve demasiado al bracear, pero que se mantiene porque flota mucho, pagó su conservadurismo quedándose en el bronce. Y Prilukov, superdotado para la media distancia, hizo esfuerzos desesperados para no hundirse transcurrido el kilómetro.
Hackett, que pesa 95 kilos y mide 1,98 metros, era, con mucho, el hombre más grande en la piscina. En una prueba de desgaste como la del 1.500, los organismos grandes son los que más sufren porque precisan de un gasto de energía elevado para el traslado. Marco Rivera, fondista español, lo reconoció con admiración: "Con ese tamaño, tiene que matarse a entrenarse para poder aguantar como lo hace".
Mezcla de fuerza y magia, Hackett nada en un nivel técnicamente superior. Va estirándose como un elástico. Ejecuta las brazadas con economía de movimientos, a una frecuencia de unas 31 por largo. Sus perseguidores lo hacen a unas 35. Para sostener ese ritmo se vale de dos cosas: unos brazos gordos que parecen palas y una batida endiablada. Hace cuatro golpes de pies por ciclo, respirando una vez en cada uno de modo que el oxígeno llegue a la máquina. Y no baja la marcha. Es regular.
En la madrugada española del lunes, Hackett tocó la meta en 14m 42,58 segundos. La tercera marca de la historia y su quinta conquista consecutiva del título del 1.500 tras los Mundiales de Fukoka, los Juegos de Sidney, los Mundiales de Perth y los de Barcelona y los Juegos de Atenas. Nadie lo había conseguido. Lo hizo Hackett, que reconoció estar demasiado justo de fuerzas para arremeter la conquista de su propio récord mundial: "Rehuí mi mejor tiempo. Todo ha estado en su sitio. El sábado hice la preliminar con facilidad, pero esta vez no me sentía bien. El ritmo de brazada y la constancia de largo en largo no han sido los ideales. Considerando mi programa aquí, estoy contento del resultado".
El australiano deja Montreal con tres medallas de oro (400, 800 y 1.500 metros libre), una de plata (200 libre) y una de bronce (4x200 libre). Ningún otro nadador presente, ni siquiera el estadounidense Michael Phelps, logró mejores resultados. Especular con lo que habría sido de la competición de haber estado presente el también australiano Ian Thorpe parece una tarea baldía. Hackett, aquí y ahora, el mejor.
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