Abiertos al cosmos
Rubén Albarrán, el cantante de los mexicanos Café Tacuba, paró la actuación de su grupo impresionado ante el cielo estrellado que contemplaba desde el escenario. "Qué lugar maravilloso", afirmó con admiración. "Miren las estrellas, aquí estamos todos, abiertos al cosmos", decía sin salir de su asombro. Y dirigiéndose a las cerca de 10.000 personas que se citaron en la playa de El Cotillo la segunda y última noche del festival Fuerte Música, remató: "Y ustedes son un universo de florecitas playeras". Acaso radicaba en esas frases el espíritu que ha animado el encuentro musical en la isla majorera. Se trataba de aunar ecología y cultura. Respeto a la tierra, desarrollo sostenible y freno a la sobrexplotación urbanística. El entorno natural de El Cotillo mantiene certezas de virginidad, pero ya está amenazado por las inmobiliarias turísticas. Las cuatro diferentes propuestas de música en directo que desfilaron la jornada de clausura del festival incidieron en la necesidad de respetarlo.
Un público especial
Los Coquillos, el veterano grupo canario reagrupado hace poco tras años de inactividad, y que vienen a ser a las Canarias lo que unos Burning a la ciudad de Madrid, fue claro desde el arranque de la velada. A ellos les tocó abrir las actuaciones y pedir a los asistentes su cooperación para dejar la playa limpia desde el principio. Es difícil lograrlo con tanta gente, pero El Cotillo mostraba a la mañana siguiente un aspecto espléndido. Tal vez sea la actitud del público uno de los aspectos más reseñables de Fuerte Música. Sorprendió el cariño con el que acogieron a su " casi olvidado" grupo paisano; resultó asombrosa la respuesta que brindaron al proyecto de Mastretta -una exquisita marcianada instrumental de música ambiental y jazz de juguete, a priori impropia para una noche de marcha en la playa-, cuyos miembros finalizaron su tanda sobre la arena y caminado entre la multitud mientras tocaban sus instrumentos; quedó divertido verlos enfrentarse a la jotas de la maña Carmen París como si fueran piezas verbeneras y fue una gozada escucharles cantar las proteicas rolas (canciones, en argot chilango mexicano) de los Café Tacuba, que muchos se sabían de pe a pa. La París apeló a la revolución individual para enfrentarse a un mundo mejor que "respete a la madre Tierra", y acabó juntando -a ella le va eso de echar para atrás las barreras- la jota de su origen baturro con una tonada popular de la vecina isla de Gomera. La energía que dejó Carmen París les valió a los mexicanos para arrancar tras ellas de forma demoledora. Una disparatada versión punki de No controles, la canción de Nacho Cano que catapultó a Olé Olé; la trepidante Ingrata, la romántica Eres o la intensa Déjate caer jalonaron un hermoso concierto, que ponía fin a la minigira, iniciada siete días atrás en Madrid, con la que Café Tacuba ha presentado su reciente CD.
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